Extraño apretón de manos
"Los trabajos finales en la universidad no se publican cuando ya no tienen errores sino cuando uno se cansa de leer", decía sabiamente una profesora de Ciencias de la Comunicación. Quizás necesitó expresar esto porque varios de sus alumnos estaban afectados por el perfeccionismo, que para la Real Academia Española es la "tendencia a mejorar indefinidamente un trabajo sin considerarlo acabado".
La conceptualización es excelente y habilita unas cuantas preguntas. Si la paternidad requiere preparación, ¿a qué edad nacería el primer hijo de un perfeccionista? ¿Cuántas clases en el año daría un docente? ¿Cuántas personas manejarían autos? ¿Cuántos locutores mantendrían su empleo?
La lista podría extenderse al infinito y aumentaría el desafío perfeccionista de lograr que la enumeración de interrogantes no se tornase aburrida.
Distinta de ésta es la tendencia de quienes justifican todo sobre la base de los resultados. Son los que alaban al entrenador del equipo que gana hasta el minuto 89 y lo desprecian tras el empate sobre la hora. Son los que se preguntan, con cara de "están locos", por qué se critica a Boca si lleva 33 partidos oficiales sin derrotas.
Un gol agónico no puede cegar a un periodista. A fin de cuentas, hay goles que no requieren de fallas del contrario; del segundo de Diego Maradona a Inglaterra en el mundial México '86 a cualquier tiro libre que entre en un ángulo median miles de conquistas. Nadie tiene derecho a ser considerado incapaz por padecer una igualdad cuando apenas quedan segundos para el pitazo final.
Tampoco hay razones más allá del exitismo para dar por bueno el rendimiento de Boca si hasta sus propios futbolistas empiezan a hacer público lo que admitían sotto voce: que el invicto se prolonga pese a que el juego va cuesta abajo.
Un perfeccionista encuentra tantas razones para no hacer que se la pasa criticando lo que nadie puede aprender de su ejemplo. Un exitista es capaz de ejecutar toda la vida la misma burda canción (¡ay, "Cachete, pechito, ombligo!") porque multitudes ignorantes la piden en la radio.
Perfeccionismo y exitismo se desencuentran en los argumentos y se dan la mano del error.