Te puede costar la vida
Cada 14 de febrero, la tradición comercial consigue que invoquen a San Valentín
cientos de miles de personas que no saben su obra ni les importa
conocerla. El asunto es regalar una rosa, un bombón helado, un
chocolate, un par de aros o algo que exponga el supuesto amor por
alguien.
En su ejemplar de víspera de esta celebración, Clarín da
cuenta de una realidad triste: en sólo un año 212 chicos quedaron
huérfanos por violencia de género.
Mujeres que alguna vez creyeron en su candidato, novio, pareja o marido fueron las víctimas mortales de la violencia. Es
posible pensar que un obsequio para un 14 de febrero las haya hecho
ilusionar con que el muchacho, al que "sin querer se le escapó la mano" o
"sin darse cuenta insultó", dejaría de tratarlas como un objeto menor
por el que a nadie se le deben respuestas.
En su libro "Historias de diván", el psicólogo Gabriel Rolón habla del enamoramiento, primera fase de un vínculo afectivo en la cual se idealiza al otro. Es la etapa en la cual un feo y debilucho parece Brad Pitt haciendo de Superman. Lo malo del caso es que el enamoramiento encandila, obnubila. Lo bueno es que los indicadores de las miserias de la otra persona por lo general aparecen.
La
lucha entre las ganas de estar con alguien y la visión clara de sus
defectos -la crueldad, entre ellos- es dura. Salir de este tipo de lazos
es difícil, pero hay que hacerlo, sobre todo porque después puede ser
tarde, incluso para vivir.