La Chuchina
Por Martín Búfali
Esa mujer estaba
sentada siempre en el mismo banco de la plaza. Le faltaban unos cuantos
dientes y su cabello denotaba la prolongada ausencia de una ducha, el
olor más aún. Habia días en los que al pasar por la vereda de enfrente
me miraba fijo, la verdad que me daba miedo.
La gente nunca la
quiso, ordinaria, algo enojada con la vida, la Chuchina no aceptaba que
no le dieran nada. "Un pesito pa' la abuelita enferma" solía gritar. Yo
sé bien que no tiene ninguna enfermedad, así fue siempre. Por momentos
me dan ganas de ir a buscarla, meterla en una ducha, cortarle el pelo y
vestirla bien, luego me pregunto: ¿podría ser ella una linda mujer?
Ya no soporto pasar
cerca suyo, seguro algo me pide. Encima ese olor tan insoportable.
Cuando mis amigos se le burlan yo hago silencio, uno abrumador. Más
miedo me da que algún día se den cuenta de que no tengo la mejor mamá del
mundo.