2/5/12

¡De verdad, creeme!

En esa clase estaban hablando de la verdad. Inicialmente asumieron que era la correspondencia entre expresiones y hechos, de tal modo que si alguien veía un marcador de tinta negra y afirmaba que eso era un marcador de tinta negra estaba diciendo la verdad.
Otro alumno señaló que 4 es el verdadero resultado de 2+2. Tras la siguiente intervención del profesor, preguntó:
-¿Se puede considerar mentiroso a alguien que dice 2+2 es 5 si está convencido de que es así?
La respuesta fue que “estar equivocado en cuestiones técnicas no nos convierte en mentirosos. Yo le pifio matemáticamente si, ignorando el resultado, digo 2+2 es cinco. Ahora bien, si conozco que la suma da cuatro y aseguro que 2 y 2 son cinco, lo mío no es apenas un error artimético sino una mentira”.
Julieta García recordó que en su libro Etica para Amador, Fernando Savater plantea que la valoración de la mentira depende del contexto: si uno sabe dónde se guarece una persona perseguida por un asesino, mejor que se olvide de la sinceridad. “La vida vale más que la verdad”.
-¿Y cuál es su verdad sobre sí mismo? –lo interrogó Adrián Ramírez.
El docente zafó con una generalidad que armó basado en vidas ajenas, partes de la propia y textos varios.
-Le agradezco la pregunta y le pido paciencia porque me cuesta ser directo. A veces uno se construye certezas por miedo a romper una tradición familiar o expectativas sociales. Siento que muchas personas se casan porque es lo que les inculcan, así como más de uno elige vestir jeans no por gusto propio sino para no desentonar.
Ahora bien, querido Adrián y todo el curso, hay gente que elige vivir sola aunque esté rodeada de parejas y matrimonios no por valentía para ser distinta sino por temor a un cambio. Si no son conscientes de su miedo, hacemos mal si los rotulamos como personas que se mienten a sí mismas. ¿Se entiende?
-Sí –contestó Julieta, que había leído algo de Paloma Marchese-. Lo que pasa es que el autoconocimiento puede ser doloroso. Es como en un capítulo de Vulnerables en el que el personaje de Alfredo Casero dice que está mejor cuando se sube a la camioneta con la que hace los fletes que durante las sesiones de terapia grupal.
-¿Dirías entonces que estudiarnos para saber quién somos puede ser espinoso?
-Obvio.
-Pero es necesario para vivir nuestra verdad sin confundirla con lo que nos parece verdadero en nosotros a partir de un análisis superficial o desde una evaluación regida por el miedo.
-No entiendo, profesor.
-Gracias por decirlo, Adrián. Imaginá un alumno al que le da fiaca hacer talleres de orientación vocacional. No indaga en la profundidad de su mente ni de su alma para averiguar qué quiere hacer el año siguiente al secundario. Muchos de sus familiares y amigos le cuentan que Abogacía es una linda carrera y que además tiene buena salida laboral. El muchacho se anota en la carrera y, como tiene facilidad para el estudio y le caen bien compañeros y profesores, se recibe. Un día, durante su ejercicio profesional, empieza a sentir que no está allí su bienestar. Sin embargo, como de algo hay que vivir, sigue trabajando de abogado.  
Dado esto, ¿en qué situaciones dirías que el hombre se miente a sí mismo? 
a) Cuando se anota en Abogacía. 
b) Cuando trabaja sin conocerse demasiado. 
c) Cuando sigue siendo abogado pese a darse cuenta de que no es esa su vocación.
La segunda pregunta fue: “¿Cuándo queda más cerca de alcanzar la felicidad?”.
Tras los pedidos de que repitiera la consigna, al docente no le quedó otra que escribirla. Cuatro días después, por su manía de cuantificar todo, hizo este balance:
-Siete alumnos contestaron que el abogado se acercaba a la felicidad al descubrir quién era y que, al elegir la carrera, no se mentía sino que se equivocaba debido a que su autoevaluación era superficial.
-Cinco alumnos escribieron que la socialización primaria suele confundir nuestra voz con la voz de los demás. Acerca de la felicidad, señalaron que muchos la confunden con estar contento y por eso, si sus autoanálisis les generan dolores de cabeza, los cortan, eligen cualquier carrera y van por la vida sin mayores frustraciones. No tienen intención de autoengaño, simplemente les falta conciencia de sí.  
-Dos respondieron que el estudiante se equivoca, no se miente, cuando elige su carrera. Optaron por sostener que sí se engaña al seguir con aquello que, ha descubierto, no le gusta.
-Uno compartió lo dicho por los dos alumnos anteriores. Añadió que no se animaba “a condenar al abogado que sigue desempeñándose como tal porque a todos nos hace falta la plata”.