21/5/12

Más acá de los talibanes

Pensar en fanatismo suele disparar la mirada hacia Afganistán: que cómo es posible que algunos quieran matar a estadounidenses pues en ellos ven al demonio, qué cómo es que alguna gente festeje por atentados, qué como es que les hagan aprender de memoria el Corán a los niños...
Y sí, claro que es fanatismo.
La comodidad de ver defectos ajenos lleva a recordar el reciente caso de una mujer que se supone quiere a su pareja y, sin embargo, prefiere dejarla morir con tal de que no quebrante normas del buen Testigo de Jehová.
¿Está bien amar más una religión que a una persona?
El fanatismo también muestra sus garras en el fútbol. En una cultura patriarcal, allí donde la discriminación a la mujer pasa inadvertida por quienes la ejecutamos, el joven Adrián Ramírez quema a su madre con la mirada por la desubicación de preguntarle qué tal había sido su día mientras él ve un partido que ni siquiera es decisivo.
¿Está bien amar más un equipo de fútbol que a un ser humano?