Carga mortal
César Menotti, gráfico como de costumbre, explicaba el vínculo entre dirigentes y barras bravas parafraseando sus diálogos. Decía algo cercano a esto:
-Mirá, hay un opositor molesto. Andá y hacelo callar.
-Perfecto, pagame 8.
Cumplido el trabajo, el barra reclamaba 10 para no golpear a quien le había hecho el encargo.
Era simple entender que frenar la violencia por medio de violentos no resultaba.
A fines de 2012, en Newton (Connecticut), un joven mató a 27 personas. La reacción inmediata en la localidad fue canjear armas por cheques para comprar alimentos.
Claro que la ciudad no obró el milagro del inmediato cambio cultural en los Estados Unidos. El sitio del diario Chicago Tribune informa que en diciembre el chequeo de antecedentes que realiza el FBI para admitir que los ciudadanos compren armas trepó a 2.8 millones, por encima de los 1.9 millones de noviembre.
Causa estupor leer que diciembre es típicamente el mes de más trabajo en la materia, debido en parte a las ventas de regalos navideños. Sí, un arma de fuego para celebrar el nacimiento de Jesucristo, hombre de paz si los hay.
Aparte el carácter de regalo para Nochebuena, las armas fueron consideradas la estrategia para la autodefensa tras la matanza perpetrada por Adam Lanza contra niños y mujeres en una escuela.
Como para ilustrar el peso de la Asociación Nacional del Rifle (ANR), que horas después del hecho aseguró que para derrotar a un malo armado hace falta un bueno armado.
Las barras bravas en la Argentina y la ANR en los Estados Unidos están institucionalizadas. Y cada tanto, uno o varios inocentes sufren sus efectos.