2/1/13

Cine docente

Cuando no podés distinguir quién te miente de quién te dice la verdad, estás en problemas.
La frase de Carlos Brigante es su sentencia en la película Carlito's Way, en la que Al Pacino personifica a un traficante de drogas legendario que tras cinco años en la cárcel se resiste a aceptar cuánto cambió la calle tanto como los demás se resisten a creer en su intención de juntar 75 mil dólares para un emprendimiento comercial y vivir de su trabajo.
En este negocio no hay amigos, asume amargamente cuando su sobrino es degollado por uno a quien creía amigo. Haz lo que yo digo...
Bastante se habló de los celos que acaso sintió Diego Maradona por Lionel Messi, al advertir que no era un muy buen jugador sino su heredero. Psicólogos explicaron que es comprensible el fastidio ante alguien que viene a brillar allí donde uno lo hacía; salvando las distancias, es lo que les ocurre a los hijos cuando llega un hermano. Un día, en el club Paraíso que regentea, Brigante le paga con desprecio a la enfática admiración que le demuestra Bennie Blanco, un novato que trafica en el Bronx. El odio le sale caro, igual que la confianza en Kleinfeld, el abogado gángster de quien era amigo... Pero no lo que yo hago.

Pensá bien

La inteligencia es prejuiciosa, quiere más inteligencia, no más diversidad, señaló Daniel Ulanovsky Sack en Mundos Intimos, su doble página de los sábados en Clarín.
La contracara entre inteligencia y bondad de I'm Sam es categórica. Un nene criado bajo el intelecto competitivo dispara "Tu papá es un retardado" en su fiesta sorpresa a la niña por la que se desvive Sam (Sean Penn), cuyo desarrollo mental equivale al de una criatura de siete años. Claro que hay tareas que no puede hacer, a punto tal que cuando necesita un ascenso en la cafetería intenta preparar las bebidas y no hay caso... lo suyo es recibir los pedidos y entregarlos. Ahora bien, cuando ve a una mujer sufrir por una discusión con su esposo, va y la abraza.
Sus amigos, también con discapacidad, le sirven de poco al momento de argumentar a favor de la tenencia de la niña, pero están siempre dispuestos a sacar dinero del bolsillo para ayudarlo a pagar cuentas.
Desde luego, la solución no es apartarse de la razón, tampoco del cultivo espiritual. Es que a la corta o a la larga, la dimensión afectiva se cruza en nuestra ruta.
En El Padrino III, Michael Corleone (Al Pacino) es un líder mafioso que en la segunda mitad de su vida procura dejarse guiar más por la practicidad que por la sed de venganza. Le enseña a su sobrino que el odio no debe nublar las decisiones. Es multimillonario en dinero y en acciones cuidadosamente razonadas, pero no le alcanza para ser dichoso. Nada de lo que tiene le compra el amor que la gente siente por Don Tomassino, hombre a quien suele consultar. A él lo quieren, a mí me temen, diagnostica con acierto.
La película deja múltiples enseñanzas, entre otras lo que se hace con el pasado. En una escena, Michael le dice a Connie que se vio con un cardenal y le confesó sus pecados, uno de los cuales fue ordenar la muerte de Freddo, su común hermano. La respuesta de quien creció viendo y sufriendo violencia fue no debes contarle tus pecados a un desconocido y el accidente de Freddo fue la voluntad de Dios.
Mucho más acá de mafiosos y de ficciones, cada persona tiene delante de sí la oportunidad de reconocer sus errores -chicos, medianos, inmensos- o de negarlos y así crecer en malignidad, una de cuyas estrategias es el autoengaño. Y no hace falta ver Carlito's Way para saber el muy probable final de quienes dejan de distinguir mentiras de verdades.