13/9/16

Grave confusión
Arriba, arriba, arriba, arriba, arriba, arriba, arriba!", decía el conductor de una FM que pedía "ritmo".
Como bien lo marcó Gabriel Magnoli, el de los locutores que se atragantan con palabras es un mal extendido. Como tantas creencias falsas, provoca daños. Hablar a los gritos,de prisa y clausurando el silencio no es ritmo, sino falta de consideración.
Locutores como el del ejemplo solo tragan la comida, seguros de que detenerse a saborear es una pausa vana. Compran su decimoquinto celular en tres años para estar "bien arriba" (otro latiguillo insufrible) sin pensar si tiene sentido.
El asunto pasa por obrar sin un miserable punto aparte. Hacer rápido, no importa qué ni cómo. Visionario, en los 1980s Luca Prodan lo sintetizaba en "no sé lo que quiero, pero lo quiero ya".

El mal se esparce
La de los locutores que reclaman ritmo a costa del pensamiento es una especie que, lejos de extinguirse, crece.
Jorge Valdano afirma en su libro "Fútbol: el juego infinito" que como el juego "se está llenando de jugadores que, en su afán por ser intensos, se mueven a una velocidad por encima de la que pueden permitirse, el atentado contra la precisión es permanente". Por ello reclama empezar "a poner en duda la palabra 'intensidad' como sinónimo de eficia. Sería como pensar que un reloj es bueno porque avanza más deprisa que los demás"