27/9/17

No dejen de aplaudir
Esta vez no es por los goles que ya van a venir, sino por la puerta que abre el geólogo Guillermo Sagripanti a pensar en los riesgos de no asumir eventualidades. Entrevistado por Nelson Nusbaum, sostiene que Río Cuarto ejerce una "negación sísmica", derecho de dudosos beneficios.
"No pensar", recomendaba, mientras comía una empanada, el personaje de Luis Brandoni en Esperando la Carroza. Estaba convencido de que era el camino para no entristecerse por la pobreza que padecían sus hermanas, entre ellas la que, luego de su incursión, solo tenía dos empanadas para compartir con su hijo en el almuerzo.

Vivir en Río Cuarto sin pensar en un terremoto es más cómodo que ubicar de reojo cada cinco minutos dónde está la puerta más cercana.
Ahora bien, no es necesario pasar de la indiferencia a la fijación para tomar medidas sobre un tema.
¿Habrá sido por miedo a obsesionarnos que durante décadas nos hemos negado a pensar que aprender y aprobar son términos distintos, y que enseñar y consentir también lo son?

La "negación sísmica" de la cual alerta Sagripanti se replica en múltiples temas. En "Cuéntame cómo pasó", novela de la TV Pública situada en los 1970, los padres de la joven interpretada por Candela Vetrano asumen que ella "no es de las que se dejan pegar", incluso cuando le ven un hematoma cerca del ojo izquierdo.
No son los únicos que se niegan a aceptar lo que sucede. Ella cree, luego de dos ataques, que "El Gringo cambió" y vuelve a subir al tren fantasma.
 
La profesora Isabel Videla alimentaba las clases de Historia del Industrial con palabras que iban más allá del libro de cátedra. Corría 1988 cuando planteaba algo cercano a "¿por qué no buscan un trabajo más digno?" como pregunta a tantas mujeres que ocupan páginas de revistas sin mayor gasto en vestuario ni en vocabulario.
Casi treinta años después -¿consecuencia de otra negación a pensar lo que hacemos como sociedad?- se está tornando costumbre que para dar el pronóstico meteorológico en TV ya no es necesario estudiar; alcanza con unas curvas propias del cruce cordillerano.
¿Qué leemos?
Leer es de las actividades a las que más tiempo debería dedicársele. Por lo común se la asocia a dar sentido a palabras que se sigue con la vista; en plano amplio, remite a interpretar un cuadro, una canción, un gesto facial, una firma, un abrazo, etc.
Enseñar a leer en el secundario es básico para una vida feliz. Ni de cerca constituye condición suficiente, aunque es vastamente necesaria. Es proyectar el verbo de la lengua hacia las demás materias del curriculum oficial y a las prácticas del curriculum oculto que tanto enseñan para la vida fuera del aula. Es transmitir, desde la experiencia de cada docente, que no siempre un elogio es genuino, como lo sabe cualquier que compra ropa que luego calza mal. Es compartir anécdotas -¿qué son las “metidas de pata” sino iniciales errores en la lectura de una situación de quien, luego de emitir un mensaje, lamenta haber hablado?
La lectura entraña la construcción de climas en función de objetivos deseados. Lo advierte, a menudo tarde, quien le pide a un hijo que le diga si ha tomado de más sin registrar que el adolescente nota –lee- un rostro para nada comprensivo y por ello miente… y acentúa el problema.
La tarea, acaso de las que más espacio ocupa en la vigilia y a la que se vuelve incluso al tratar de comprender los sueños, es primordial.
Recuerda Bobby Flores en una entrevista con Clarín a comienzos de siglo que a él no lo sorprendió que el hijo de un amigo expresara discursos neonazis; lo infería desde la música que oía. El padre de la criatura, en cambio, vivió con estupor las crueles palabras de su retoño. No había sabido leer los párrafos musicales que, durante años, había estado escribiéndole el pibe desde el dormitorio contiguo a donde él veía el diario.
Una de las piezas audiovisuales argentinas más logradas de los últimos tiempos fue el corto para concientizar sobre violencia de género que se emitió en transmisiones de Fútbol para Todos en 2014/2015. Una mujer miraba en retrospectiva la variada gama de mensajes violentos de su novio. De un agarrón de cabellos durante un beso, a un mensaje por celular que reclamaba airadamente saber dónde estaba, se sumaban los textos que ella, quien había aprendido a leer en una cultura patriarcal, no había logrado decodificar.
Las páginas están. Es misión de la educación formal enseñar a leerlas. Queda por demás claro que la misión es en grado sumo importante. Puede empezar en los libros de lengua; de ningún modo allí se agota

22/9/17

Era hora, Boca...
Tal vez no haya sido exactamente el título de Juan Zuanich (qepd), pero es muy cercano. Remitía a un 3-1 que Boca le dio vuelta a Deportivo Español, un viernes por la noche en cancha de Huracán por la cuarta fecha del Apertura '94 y tras una derrota 1-0 ante Peñarol en la ida por octavos de final de la Supercopa.
La frase complementaba una foto en la cual César Menotti, entrenador xeneize, miraba el reloj.
Repaso al margen, Adrián Ramírez se acuerda del título, lo asocia a situaciones dichosas que a menudo él mismo postergó, sonríe y sigue sonriendo.

20/9/17

Ofensas y curiosidades 
En la tercera prueba para ingresar como redactor en el diario, Adrián Ramírez tenía que escribir algo sobre la base de una canción de Lerner (al editor le encantaba) relativa a las contradicciones. Aquí, su producción:
Entre sus atributos, el género humano tiene una inmensa capacidad para sorprender y vivir entre sus contradicciones.
En su nota "Los cien años del capitán eterno", Ezequiel Fernández Moores señala en La Nación del 20/9/17 que Obdulio Varela, futbolista uruguayo, "antes de subir al avión rumbo al Mundial de 1950, "exigió a sus compañeros que saludaran uno por uno a Matías González, carnero en la huelga que él había liderado. 'Si no hay unidad -dijo una vez- pueden jugar los mejores once del mundo que no le ganan a nadie'".
Varela antepuso la selección uruguaya a su propio orgullo y dio la bienvenida a quien le había roto un paro que él conducía. El bien común futbolero le ganó a su narcicismo herido y así empezó Uruguay a conquistar la copa del mundo de 1950, coronada con el 2-1 sobre Brasil en elúltimo cotejo.
¿Qué habría pasado si Diego Maradona hubiera hecho las paces con Ramón Díaz, goleador de la exigente liga italiana '89/90? ¿Argentina hubiera disputado la final con Gerardo Dezotti como delantero? ¿Hubiera llegado tan lejos? Preguntas sobre supuestos, aunque basadas en un hecho indesmentible. El 10 proscribió a Díaz, a sabiendas de que era un jugador valioso.
El mismo Obdulio Varela que hizo a un costado su enojo con el futbolista que le quebró una huelga decidió, tal lo cuenta Ezequiel Fernández Moores en La Nación, "no festejar el Mundial con dirigentes que en la previa aceptaban una derrota de hasta 4-0 y luego se autoconcedieron medallas de oro".
Más que una opción que ante un paro contradecía a la suya lo ofendía que lo subestimaran como jugador y le usurparan los méritos.
De sensibilidad particular, el capitán uruguayo campeón de Mundial de 1950, fue "a embriagarse hasta las siete de la mañana con los brasileños" pues, dijo, "mi patria es el pueblo que sufre".

18/9/17

Un escritor, un futbolista y una docente
Adrián Ramírez tenía que entregar en cinco minutos 10 líneas sobre secreto, amor y triunfo. Era la primera prueba para entrar en el diario. Aprovechó que era a carpeta abierta y citó a Ralph Waldo Emerson, Jorge Valdano y Graciela Dos Santos:
-Sabemos que el sereto del mundo es profundo, pero no sabemos quién o qué será nuestro intérprete. Un paseo por la montaña, una cara nueva, una persona nueva, pueden poner la llave en nuestras manos.
-Los triunfos suelen detener todo intento de cambio.
-Sentirse amado no es lo mismo que saberse amado, y aprender a amar no es lo mismo que desear hacerlo: sentir y aprender que necesitamos dar y recibir amor son dos movimientos vitales que nos permiten ir hacia nosotros y hacia los otros.
(Fuentes: buenosairespoetry.com, libro Fútbol: el juego infinito y columna sobre teatro en La Nación del 18/9/2017)
 
En la segunda evaluación, Ramírez tenía que escribir acerca del talento, pero solo le admitían una cita si él le hacía un agregado. Esto fue lo que entregó:
Jorge Valdano afirma en "Fútbol: el juego infinito", que "el talento tiene la capacidad de transformar un problema natural en una virtud que te diferencia de los demás". Un ejemplo de esto es la astucia de muchos que se desconcentran fácilmente para elaborar mensajes capaces de atraer la atención. Pensando en sus propias debilidades, hacen textos que sirven tanto a los que se enfocan en un asunto y por largo tiempo se mantienen en él como a los que se distraen de la nada.
Otra muestra de la conversión de un problema en una virtud es ese hombre que, por su trastorno de ansiedad lo lleva a imaginar peligros siempre y en todo lugar, es excelente como vendedor de seguros.
 

6/9/17

Esa costumbre de endiosar gente
Muchos ateos caen en la tentación de encontrar en los jugadores de fútbol el dios que niegan más allá. De tal error, consecuencias no deseadas: se exacerban las críticas a quienes lo acompañan -el 10 argentino no se equivoca- o se rompe el altar que en el próximo partido se vuelve a levantar en homenaje a Lionel Messi.
El hombre demuestra, con demasiada frecuencia vestido de celeste y blanco, su falible naturaleza.
Recordarlo, estimados adoradores suyos, servirá para evaluar con más justicia también a los diez que lo rodean. ¿O frente a Venezuela la culpa fue del fantasma de Higuaín?

2/9/17

Jennifer Aniston vuelve al barrio
Que grite el pueblo nuevo/ La Colmena también/ que si gritamos todos/ hoy ganamos otra vez!". Javier le cuenta que este era uno de los cantitos de la hinchada de Municipal a fines de los 1980s. Agrega nombres de jugadores como Omar Carranza, El Pato Pezella, El Chavo Reder, El Valor Alaniz, Walter Gómez, El Empanada...
Le muestra el paredón que da a la rotonda y por el que más de uno se colaba para ver los partidos y recibía asesoramiento de los más experimentados para no quedar tan a la vista:
.Venga, compadre, por acá es mejor -se oía detrás del galpón de la cancha de bochas del club, por donde el acceso impago era mas discreto.
Javier tiene que explicarle qué es colarse y le suma la anécdota de Lucas, el nene que en una prueba de lengua castellana en quinto grado respondió que "sangría es lo que toma papá en el entretiempo mientras sus amigos piden dos medios con soda".


Javier sigue refiriendo situaciones. Le habla del periodista sorprendido al ver vino con coca en el vaso después de que el preparador físico ordenara "dos cortaditos" al cantinero. Jennifer toma otro trago de cerveza Córdoba y sonríe. Pregunta si es cierto que un zaguero central apodado "Gillette" jugó en Municipal y pasó a Alberdi en 1985.
Enrique aprovecha y empíeza a hablar del Mercedario. De "Clavo de olor", el vendedor de praliné al que cargaban porque un día llevaba una canasta de mimbre así de grande y dos domingos después cargaba sus golosinas en una cajita de cartón.


Ella se ríe de la vez en que un vendedor de gorritos albicelestes, en 1991, ofreció "el último que me queda" y recibió un azote tribunero: "Quedátelo vos, así te tapás los cuernos".
Disfruta imaginando a Oyola, un hombre grande, flaquito, de permanente cigarrillo en la boca, que rompió su camisa forcejeando para ir a pelear con un rival de 2 metros y más de 100 kilos que evitó abusar de la diferencia.
Fue la tarde en que Chochó, empleado públio local, gritó los cuatro goles de Alberdi 2- Municipal 2.
Jennifer Aniston supone que la celebración era por la calidad de los goles y que el hombre era un hincha del fútbol. Hay que aclararle que era de Alberdi, pero esa tarde calurosa de febrero estaba borracho.
 
Enrique le narra, gracias a la memoria del viejo sabio, las risas que despertó El Turquito Jaluf, delantero de Alberdi, cuando zapateó el duro campo de juego a espaldas de un rival que, quizás por la tierra que se levantó, se asustó y perdió la pelota. Ella se enternece al oír hablar de Dei Dei y del Tío Gauna, un hincha más bueno que el pan y un zaguero central recio, guapo, de los que tanto revolean un contrario que se va al gol como ejecutan un penal que quema en el último minuto.
Jennifer intenta suponer qué tal eran las previas con los cuartetos que sonaban en la cancha y en Gran Club Casino, programa que Canal 12 pasaba a la siesta los sábados.
Le cuesta elegir, pero lo hace: Jennifer Aniston respeta mucho a Municipal, pero se ha hecho hincha de Alberdi.