¿Qué leemos?
Leer es de las actividades a las que más tiempo debería dedicársele. Por
lo común se la asocia a dar sentido a palabras que se sigue con la
vista; en plano amplio, remite a interpretar un cuadro, una canción,
un gesto facial, una firma, un abrazo, etc.
Enseñar a leer en el
secundario es básico para una vida feliz. Ni de cerca constituye
condición suficiente, aunque es vastamente necesaria. Es proyectar
el verbo de la lengua hacia las demás materias del curriculum oficial y
a las prácticas del curriculum oculto que tanto enseñan para la vida
fuera del aula. Es transmitir, desde la experiencia de cada docente, que
no siempre un elogio es genuino, como lo sabe cualquier que compra ropa
que luego calza mal. Es compartir anécdotas -¿qué son las “metidas de
pata” sino iniciales errores en la lectura de una situación de quien,
luego de emitir un mensaje, lamenta haber hablado?
La lectura
entraña la construcción de climas en función de objetivos deseados. Lo advierte, a menudo tarde, quien le pide a un hijo que le diga si ha tomado
de más sin registrar que el adolescente nota –lee- un rostro para nada
comprensivo y por ello miente… y acentúa el problema.
La tarea,
acaso de las que más espacio ocupa en la vigilia y a la que se vuelve
incluso al tratar de comprender los sueños, es primordial.
Recuerda
Bobby Flores en una entrevista con Clarín a comienzos de siglo que a él
no lo sorprendió que el hijo de un amigo expresara discursos neonazis;
lo infería desde la música que oía. El padre de la criatura, en cambio,
vivió con estupor las crueles palabras de su retoño. No había sabido
leer los párrafos musicales que, durante años, había estado
escribiéndole el pibe desde el dormitorio contiguo a donde él veía el
diario.
Una de las piezas audiovisuales argentinas más logradas de
los últimos tiempos fue el corto para concientizar sobre violencia de
género que se emitió en transmisiones de Fútbol para Todos en 2014/2015.
Una mujer miraba en retrospectiva la variada gama de mensajes violentos
de su novio. De un agarrón de cabellos durante un beso, a un mensaje
por celular que reclamaba airadamente saber dónde estaba, se
sumaban los textos que ella, quien había aprendido a leer en una cultura
patriarcal, no había logrado decodificar.
Las páginas están. Es
misión de la educación formal enseñar a leerlas. Queda por demás claro
que la misión es en grado sumo importante. Puede empezar en los libros
de lengua; de ningún modo allí se agota