Mirá para arriba
"Sé que estás cansado, te quejas todo el tiempo: '¿Por qué siempre tengo que obedecer, responder a un mandato?, ¿por qué no puedo hacer lo que quiero?".
Elena Moscone dialoga, como tantos, con un adolescente que a los 13 años pregunta y se queja; siente que su imagen es como la de esos perros de adorno que ante el menor movimiento menean la cabeza de arriba hacia abajo.
La alumna del Programa Educativo de Adultos Mayores procura respuestas:
-Siendo tan joven no has aprendido lo suficiente como para poder valerte por tí mismo. Por suerte, siempre tenemos a alguien que nos va guiando en nuestras frustraciones, en nuestros intentos por ser mejores, en tomar buenos hábitos.
Gustosa lectora de Fernando Savater y su Ética para Amador, Elena explica que "la mayoría de las cosas las hacemos porque nos las mandan nuestros padres cuando se es joven, los superiores o las leyes cuando se es adulto. Uno se acostumbra. A veces, la rutina nos la imponen los demás con su ejemplo y su presión, también intervienen el miedo al ridículo, la censura, el chismorreo, el deseo de ser aceptado por el grupo. Otras veces nos la creamos nosotros mismos porque esa rutina es un medio para conseguir lo que queremos, como por ejemplo tomar el ómnibus para ir al colegio o sencillamente porque nos da el capricho".
Destaca Elena que "hay ocasiones importantes cuando nos tomamos lo que vamos a hacer en serio, cuando uno tiene que salir a exponer el pellejo desafiando a Aquiles como hizo Héctor o cuando hay que decidir si tirar la carga para salvar la tripulación o viceversa. Ahí tenemos una decisión muy difícil y no bastan las órdenes ni las costumbres. Entra en juego protagónico la libertad".
Añade la alumna del PEAM que "libertad es poder decir sí o no, lo hago digan lo que digan mi jefe o los demás; libertad es decidir, pero también darte cuenta de que estás decidiendo. Lo opuesto sería dejarse llevar. Para no hacerlo -le sugiere al adolescente que la mira- tienes que intentar pensar al menos dos veces lo que vas a hacer, aunque te duela la cabeza. La primera vez puede que creas que obras como obras porque te mandaron, porque es costumbre, porque te da la gana.
Pero si lo piensas por segunda vez, la cosa ya varía y tal ve aparezcan cuestionamientos tipo '¿por qué obedezco lo que me mandan: miedo al castigo o porque quien me da las órdenes sabe más que yo?".
Órdenes, costumbres y caprichos al margen, la carta principal de este truco es la reflexión. "Para saber si algo es verdaderamente conveniente -propone Elena a ese estudiante que la escucha- deberás razonar por tí mismo, eso sí, teniendo en cuenta los recaudos que te han enseñado padres, abuelos y otros para que trates de equivocarte lo menos posible".
Elena recurre a la música. Suena Dr. Alban: "Es mi vida/ no me fastidien/ es mi vida".
La canción es pegadiza, "pero la vida requiere que sigas las normas establecidas por la familia que hacen a la buena convivencia social, por eso es que no puedes hacer lo que quieras. Especialmente en esta época en que se piensa más en el planeta, en el otro, en no traspasar los límites y tratar de medir consecuencias de nuestros actos, hay que acatar algunas decisiones de nuestros mayores porque son para nuestro bien. Ya llegará el tiempo en que serás mayor y podrás decidir por tí mismo".