El corazón da razones...
“Con ésta ascendimos”.
Andá a decirle algo. El pibe no iba a escuchar que la superstición en nada ayuda al desempeño de los futbolistas. Apenas si tenía oídos para la voz de su esperanza: que Los Andes se salvara del descenso esa tarde de sábado 17 de junio de 1995 así como había ascendido un domingo al mediodía del año anterior en que él llevaba esa misma campera.
Y andá a decirle algo ahora, después de una tarde memorable en la que Los Andes le ganó a All Boys, escuchó por radio un gol sobre la hora de Quilmes a Italiano y supo que seguía en la máxima división del fútbol de ascenso. Como bien lo gritó la voz del estadio: “¡Los Andes es Nacional!”.
Hay gente zonza
La revista El Gráfico cuenta en su edición 3809 que “un 24 de setiembre de 1983”, Andoni Goikotxea (alias Goiko), futbolista de Athletic Bilbao, le destrozó el tobillo izquierdo a Diego Maradona, entonces jugador de Barcelona.
La misma publicación señala que el 3 de agosto de 1992, Diego Maradona, ahora en Sevilla, visitó Bilbao y “recibió con gusto el apretón de manos de Andoni Goikotxea”.
Años después de ser víctima de una acción brutal, Maradona fue capaz de disculpar.
Años después de ejecutar una brutalidad, Goikotxea fue capaz de pedir disculpas.
El día después, domingo 4 de agosto de 1992, Maradona jugó en el estadio San Mamés, casa del Athletic Bilbao, y sufrió “una entrada terrible de Lakabeg en su tobillo derecho”. Como consecuencia, “giró en el aire y cayó sobre el césped, en un movimiento dramáticamente memorable. La reacción de la gente no pudo ser peor: ‘¡Goiko, Goiko!’, estalló el San Mamés”.
Vaya situación: en un sábado de gloria para la convivencia, agresor y agredido hacen las paces. El domingo, unos cuantos zonzos, a grito pelado, deciden que nunca es tarde para ratificar la violencia.
El ejercicio es salud
A partir de la expresión “Al amigo no lo busques perfecto, búscalo amigo”,
Cintia Arighini (IPEM 252) escribió este texto
Con el tiempo aprendes que las buenas amistades continúan creciendo a pesar de las distancias y que no importa qué es lo que tienes, sino a quiénes tienes en la vida, y que los buenos amigos son la familia que nos permitimos elegir.
Entonces es cuando te das cuenta de que no es necesario cambiar de amigos, si estamos dispuestos a aceptar que los amigos cambian.
Si realmente puedes aceptar los defectos y virtudes de tus amigos, considérate buen amigo.
¡Maldición, ahora te hacés ver!
Un buen día apareció. No se salvó de que la insultaran, la miraran feo, la hicieran a un lado. Le recordaron que ya la habían reemplazado y que no servía en absoluto.
Nada respondió la llave extraviada dos días atrás.
Frases y películas
En uno de sus cuentos, Julio Cortázar dice: “Pasa que los cronopios no quieren tener hijos porque lo primero que hace un cronopio recién nacido es insultar groseramente a su padre, en quien oscuramente ve la acumulación de desdichas que un día serán suyas”.
Pavada de expresión. Como para pensar en la socialización primaria, en aquello de que la habituación restringe las opciones y vaya uno a saber cuántos otros conceptos de ciencias sociales.
Pavada de expresión. Como para recordar esa gema del cine que es “La Tregua”, que con la dirección de Sergio Renán regaló escenas memorables por doquier. Por ejemplo, cuando el personaje encarnado por Carlos Brandoni le dice a su padre (Héctor Alterio): “Te miro y veo un espejo que adelanta”. Sentía que su padre, correcto oficinista, hacía bien su tarea, claro que no era feliz. Y sufría porque a él le pasaba lo mismo.
Pavada de expresión. Como para evocar la entrañable “Los Fabulosos Baker Boys”, en la que el personaje de Jeff Bridges le confiesa al interpretado por Beau Bridges (su hermano en la vida real y en la película) que desde hace 13 años, lo único que lo mantiene animado en el escenario es saber que al rato se bajará. Tocaba bien el piano, vaya si era diestro, mas no era feliz. Salvo cuando se metía en un barcito donde no era uno de Los Fabulosos Baker Boys sino él mismo.
Tiempo y chances de cambio
Si alguien tiene que rendir un examen de Física, por favor no hable del tiempo en los términos que se consignarán entre comillas.
En el caso de que alguien deba decir en Lengua si reloj es sustantivo, adjetivo, pronombre o adverbio, tenga a bien evitar esta frase entrecomillada de Julio Cortázar[1].
“Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan”.
En otro de los cuentos se lee:
“No creas que el teléfono va a darte los números que buscas. ¿Por qué te los daría? Solamente vendrá lo que tienes preparado y resuelto, el triste reflejo de tu esperanza, ese mono que se rasca sobre una mesa y tiembla de frío. Rómpele la cabeza a ese mono, corre desde el centro de la pared y ábrete paso (...)
Cuando abra la puerta y me asome a la escalera, sabré que abajo empieza la calle; no el molde ya aceptado, no las casas ya sabidas, no el hotel de enfrente; la calle, la viva floresta donde cada instante puede arrojarse sobre mí como una magnolia, donde las caras van a nacer cuando las mire, cuando avance un poco más, cuando con los codos y las pestañas y las uñas me rompa minuciosamente contra la pasta del ladrillo de cristal, y juegue mi vida mientras avanzo paso a paso para ir a comprar el diario a la esquina”.
[1] El editor de Qué Sentimos no es lector de Cortázar. Llegó a sus Cuentos Completos -y los leyó por media hora nomás- una vez que no estaban los libros de Alejandro Dolina en la biblioteca de una escuela.