Feliz cábala
“Me parece que conmigo va a pasar algo”, les dijo a sus amigos después de excusarse de contarles “porque si me pongo hablo tres horas”.
Ellos se preguntaron qué sería. Lo vieron animado.
El recordaba haber leído la frase. Quizás de boca del Loco Gatti y de las manos de Natalio Gorín en la revista El Gráfico.
Tuvo suerte los días siguientes y sus amigos no volvieron sobre el tema.
El quería, pero de tanto hablar de la felicidad inminente que no deja de serlo había pasado a creer que la felicidad se escurría cuando la nombraban.
Le costó pero se calló. Y tocó el cielo con las manos. Tan seguro está de que todo seguirá bien que a lo mejor mañana piense si se lo cuenta a su mejor amigo.
Para más adelante
En “La Paciencia del Relojero” (cuento de Jorge Fernández Díaz), un hombre espera 25 años para reencontrar el gran amor, postergado por sus respectivos cónyuges.
¿Qué estaremos postergando en nuestras vidas en nombre de qué formalidades?
El agua de la tristeza
Ellos se preguntaron qué sería. Lo vieron animado.
El recordaba haber leído la frase. Quizás de boca del Loco Gatti y de las manos de Natalio Gorín en la revista El Gráfico.
Tuvo suerte los días siguientes y sus amigos no volvieron sobre el tema.
El quería, pero de tanto hablar de la felicidad inminente que no deja de serlo había pasado a creer que la felicidad se escurría cuando la nombraban.
Le costó pero se calló. Y tocó el cielo con las manos. Tan seguro está de que todo seguirá bien que a lo mejor mañana piense si se lo cuenta a su mejor amigo.
Para más adelante
En “La Paciencia del Relojero” (cuento de Jorge Fernández Díaz), un hombre espera 25 años para reencontrar el gran amor, postergado por sus respectivos cónyuges.
¿Qué estaremos postergando en nuestras vidas en nombre de qué formalidades?
El agua de la tristeza
Todavía me acuerdo. Tal vez me equivoque. Camisa azul con pintitas blancas. No recuerdo haberle prestado el abrigo en la fría madrugada.
Todavía me acuerdo. Lloré. Ya lo creo. Hay victorias que no tapan malas nuevas.
Todavía me acuerdo. Me quedé al costado.
Todavía me acuerdo. El promotor me avisó de la muerte de mi amigo justo el día de mi egreso, días después del cual me fui de vacaciones y vi su imagen en el agua del río que se me iba una y otra vez.
Todavía me acuerdo. Lloré. Ya lo creo. Hay victorias que no tapan malas nuevas.
Todavía me acuerdo. Me quedé al costado.
Todavía me acuerdo. El promotor me avisó de la muerte de mi amigo justo el día de mi egreso, días después del cual me fui de vacaciones y vi su imagen en el agua del río que se me iba una y otra vez.
(Basado en lo que sufrió Víctor Galíndez en su noche más grande como boxeador, cuando
tras su épica victoria sobre Richie Kates se enteró de la muerte de su amigo
Oscar “Ringo” Bonavena)
Esperá si podés
Dependía de un informe.
Pensaba que no sería la última ni la peor de las esperas. No le mejoraba el ánimo, tampoco se lo empeoraba.
No era cualquier espera. Después no iba a ser cualquier después.
¿Cuánto falta para ese informe?
Pensaba que no sería la última ni la peor de las esperas. No le mejoraba el ánimo, tampoco se lo empeoraba.
No era cualquier espera. Después no iba a ser cualquier después.
¿Cuánto falta para ese informe?
Reloj, marcá las horas
A veces la gente pone el despertador convencida de que levantarse será difícil, pero hermoso. No hay garantías de cómo será el día. Dicho de otro modo: después de un grandioso despertar puede sobrevenir un desastre.
Y la gente va, empujada por la esperanza, por la dicha que provoca imaginar la dicha, por los ojos de la dicha, por la mirada de la dicha, por el alma de la dicha.
Elecciones
Podés elegir si la tercera es la vencida o si no hay dos sin tres.
Podés elegir si evitás respuestas “no positivas” o te abrazás a soñadas afirmativas.
Podés elegir si te escribís con I de inercia o con C de cambio.
Podés elegir si acompañás a la incertidumbre o te quedás solo con el aburrimiento.
Votar es inevitable. ¡Suerte!
Práctico de Metodología
“Arriesguen”, dijo la profesora a sus calculadores alumnos frente a una pregunta difícil.
“Arriesguen”, les pidió, para que fueran ellos y no eco.
“Arriesguen”, les sugirió, sin explicitar que hay ejercicios que cabalmente representan la vida.
De Soraya a Julieta
“De repente hay en mi vida...”
El ejercicio consistía en completar la frase,
a solicitud de un alumno que pedía
vincular el conocimiento a canciones
del gusto de los chicos.
Julieta miró a la profesora. La siguió mirando.
Después escribió:
“Lo que hay en mi vida es, bueno, si no estuviera haciendo un práctico escolar diría que lo que hay es un quilombo de padre y señor nuestro. Pero también es cierto que es de esas situaciones que a una a las 3 la perturban, a las 3 y 5 la entusiasman y así en oscilaciones que no hay montaña rusa que valga. ‘Quisiera que esto no me pasara’ escribí el otro día en el celular, aunque me parece que lo que no quiero no es lo que me pasa sino el peso de la decisión que implica.
No sé, pero a veces siento que pido cosas pero me da miedo extender la mano una vez que el destino o sus representantes me las ofrecen”.