29/9/08

Paquete a la deriva
Por Claudio Rafael Masiero Sauber

Dentro de la pensión, entre paredes turquesas, los rehenes del cansancio o de la fuga, juegan el mismo juego: a imaginar de quién son los pasos que delata la vieja madera en lúgubre pasillo.
Allí se siente estar dentro de una cajita que el olvido arrojó al mar, esta sensación se hace más fidedigna cuando el encargado sube remendar el techo, y los focos, esas gotas que nunca terminan de caer, se mueven tras sus pasos.
Una cajita pequeña a la deriva del mar y de la noche, un paquete envuelto para regalo, que nadie quiere abrir o que nadie quiere ver.

Imagen
Por Claudio Rafael Masiero Sauber

Otoño, eso fue tu mano al tocarme;
abrió una puerta, y Aldea
fue la palabra que aguardaba
inocente como todo lo que empieza.
Aldea tenía en su mano de región ajena
un bolso de cuero marrón gastado.

Cómo abrirlo si apenas me conoce,
las manos sin pedirme permiso
hurgaron
en el bolso gastado:
Una piedra,
cincuenta y nueve centavos,
una tonelada de tierra y ninguna huella,
unas cien cicatrices revueltas en el fondo,
una vida negándoles la piel,
y un montón de etcéteras,
que nada explican
esperando un punto o una coma.

Busco un lugar para ordenar
el pequeño equipaje,
por suerte
(No sé si es suerte si por convocarla viene)
la vereda de la vieja escuela
se quedó dormida
y la sombra la complace.

Aldea sigue sin hablarme,
Yo sigo hurgando.


Viento frustrado
Del mismo autor

He aquí un poema.
Una vez más
le he ganado
al viento.



Los jarrones son jaulas,
los pájaros están muertos
Por Claudio Masiero

Del brocal de las flores
de aquellas
asomarán para salir
las doncellas del aroma.
Eligieron el jardín
aquel
donde las nubes,
regadera imparcial,
vierten en gotas
la profética
y fecunda posibilidad
de que unas manos
esas
las arranquen.

Debe ser por el recurso
inagotable de sentir
que sólo poseyéndolas
la belleza es posible.

¿ Quién dijo
que por estar en otro jardín
no son mías?

¿Quién dijo que por estar
en UN jardín son nuestras?


No imagino lo que sucede con los poemas
que no tienen epígrafes
Por Claudio Masiero

Los poemas
que nunca se volverán a leer,
tienen la particularidad
de transformar sus epígrafes
en epitafios.

¡Claro, esto es
pura suposición!