¿Qué se hace?
-Cuando tu hijo llora desconsolado el descenso de su equipo.
-Cuando te pescan copiando.
-Cuando tenés que dar un discurso y no te sale.
-Cuando tenés un nudo en la garganta.
-Cuando te avisan que la empresa reduce el personal.
Sendero
De las distintas alternativas, ninguna lo convencía mucho.
De los diferentes futuros, ninguno lo despertaba.
De las variadas posibilidades, la inercia le copaba la parada.
Pidió ayuda.
Lo ayudaron.
Fue al frente.
Dejó atrás la siesta y caminó rumbo a los sueños.
Que nadie crea que llegó sin caídas.
Que nadie piense que llegó sin dificultad.
Que nadie suponga que alegría fue lo único que sintió.
Que nadie considere que es imposible.
“Si pude yo, entonces vos también”, dijo y fue a buscar la llave del auto.
¿Caja boba? No en este caso
Un programa de TV para el archivo, jamás para el depósito
“Vulnerables” (canal Volver, jueves de 22 a 23) continúa sus bellas invitaciones a reflexionar acerca de relaciones humanas. Las historias, las actuaciones, la musicalización, el vestuario, los planos... todo se conjuga para levantarse de la silla a veces cansado o meditabundo -algunas situaciones pegan en el ojo- pero siempre contento por tanto talento hecho programa de televisión.
Lo que el lector puede encontrar en los próximos 7 subtítulos es parte del capítulo del jueves 10 de julio de 2008.
-Cuando tu hijo llora desconsolado el descenso de su equipo.
-Cuando te pescan copiando.
-Cuando tenés que dar un discurso y no te sale.
-Cuando tenés un nudo en la garganta.
-Cuando te avisan que la empresa reduce el personal.
Sendero
De las distintas alternativas, ninguna lo convencía mucho.
De los diferentes futuros, ninguno lo despertaba.
De las variadas posibilidades, la inercia le copaba la parada.
Pidió ayuda.
Lo ayudaron.
Fue al frente.
Dejó atrás la siesta y caminó rumbo a los sueños.
Que nadie crea que llegó sin caídas.
Que nadie piense que llegó sin dificultad.
Que nadie suponga que alegría fue lo único que sintió.
Que nadie considere que es imposible.
“Si pude yo, entonces vos también”, dijo y fue a buscar la llave del auto.
¿Caja boba? No en este caso
Un programa de TV para el archivo, jamás para el depósito
“Vulnerables” (canal Volver, jueves de 22 a 23) continúa sus bellas invitaciones a reflexionar acerca de relaciones humanas. Las historias, las actuaciones, la musicalización, el vestuario, los planos... todo se conjuga para levantarse de la silla a veces cansado o meditabundo -algunas situaciones pegan en el ojo- pero siempre contento por tanto talento hecho programa de televisión.
Lo que el lector puede encontrar en los próximos 7 subtítulos es parte del capítulo del jueves 10 de julio de 2008.
Interés
-Rita, qué gusto verte -dice el licenciado Guillermo Segura (Jorge Marrale) al ver a la colega psicóloga que encarna Roxana Berco.
Escenas después, Guillermo está frente al espejo, cepillo en mano, peinado como jamás se lo ve en la terapia grupal.
A la puerta de la habitación se asoma Lucas, su hijo. Algo le pregunta y escucha:
“Es un reencuentro con una compañera de estudios (...) No es mi novia”.
Lucas no come vidrio. Su padre confiesa: “Es una persona que me interesa”.
Palabras y silencios
Guillermo es invitado a dar un seminario para los alumnos de Psicología a cargo de Rita. Se quedan charlando. En eso llega Martín (Nicolás Cabré), uno de los estudiantes.
-¿Qué pasa, Martín? -preguntó ella.
-Lo quería felicitar, doctor Segura.
El luce contento.
Ella lo nota:
-Estás hinchado de placer, Guillermo.
-Lo que pasa es que es lindo recibir mimos y yo últimamente no los vengo recibiendo.
(...)
-Bueno, gracias por participar.
-No, gracias a vos por invitarme -dice él, mientras un plano corto muestra cara de ¿por qué no me animé a ofrecerle un café?
Es lindo el aire libre
Martín hace poco se fue de su casa. No se llevaba bien con Leopoldo, su padre (Alfredo Alcón), quien vive de los restos de la fortuna que perdió en el juego.
Dialogan.
-Cuando venís así, de golpe, me da mala espina.
-Hace mucho que no nos vemos. No quiero que te dé mala espina (...) Qué raro que vos, siendo una persona a la que le fascina tanto el azar, te pongas nervioso conmigo ante el primer imprevisto. Es raro.
-Vos no sos el azar, vos sos hijo mío. ¿Entendés? Es muy distinto. Bueno, me están esperando en la peluquería, así que me voy.
Acto seguido, Leopoldo se levanta del banco de la plaza en que atendió a su hijo.
Soltate[1]
Habla Cecilia (Soledad Villamil) en sesión de terapia grupal. Leopoldo, hasta entonces aferrado a bromas desde las que no revelaba su angustia ni se comprometía con sus compañeros, comenta:
-Yo no sé si ella está o no caliente con el obrerito ese, pero me parece que le está dando demasiada importancia a una estupidez y eso es feo.
-¿Por qué? ¿Qué es feo? -se enoja Cecilia.
-Es feo darle vueltas y vueltas a una estupidez... Perdoname, te lo voy a decir: eso es cosa de señora vieja que se entretiene con lo primero que le cae en las manos. Es un papelón, ¿qué querés que te diga? Es penoso eso, un bochorno absoluto.
Tres por uno = solos
La charla con Cecilia prosigue. “Los dos tenemos un miedo terrible de que los otros se den cuenta de que estamos muy solos”, siente en voz alta Leopoldo en la sesión del grupo que también integran Roberto (Alfredo Casero), Jimena (Inés Estévez) y Gonzalo (Damián De Santo).
Luego se ven tomas de las casas de él, de ella y de Guillermo, el terapeuta.
Leopoldo toma algo y reparte cartones de lotería a distintos lugares de la mesa frente a la cual está solo.
Cecilia camina, se sienta y se sirve un trago.
Guillermo está en la cama, con los ojos abiertos.
Tenemos que hablar
Capítulos atrás, Leopoldo se sienta en un banco y ensaya lo que le dirá a su hijo, Martín. Cuando se encuentran, empieza.
“No puedo”, expresa y se empieza a reír. “No puedo”, vuelve a pronunciar, ahora al borde de la carcajada. Su hijo se va mientras él se ríe cada vez más del padre que segundos antes había tratado de ser y de lo aburrido que considera a su hijo.
Esta vez, hacia el final del capítulo, Leopoldo va a la facultad. Martín se sorprende. Leopoldo saca un reloj que había estado viendo la noche en la que jugó solo a la lotería y se lo entrega.
Martín se sorprende más:
-Esto era del abuelo.
-Y debe estar revolviéndose en la tumba, pero a mí siempre me gustó desobedecerlo -responde Leopoldo.
Trascartón, le da un beso a Martín, le dice “chau” y se va.
Noticiero
Guillermo camina al lado de Rita. Explica que la fue a ver antes del próximo seminario de Psicología porque en el último se quedó sin contarle que su mundo es distinto del de hace varios años, a tal punto que está separado y que su hijo tiene “veinte kilos de sobrepeso” y “repitió séptimo grado”.
-Mi marido es un psicoanalista cada vez más exitoso, pero ya no es mi marido -contesta ella-. Te lo digo porque a lo mejor podés incorporar esto a todo lo nuevo que te anda pasando.
Dicho esto, Rita pega media vuelta, se va caminando y la voz de John Lennon en “Mind games” cierra otra obra de arte semanal de “Vulnerables”.
Heterodoxia
¡Qué nutricionista ni ocho cuartos!
Algunos sostienen que lo mejor es la rigurosa aplicación de cuanto método científico anda por ahí. Otros sostienen que el fútbol es un estado de ánimo.
Notación para integrantes del primer grupo: lo que leerán es cierto y les puede hacer mal.
Apunte para los miembros del segundo: a disfrutar con este extracto de la nota “Platense grita siempre al final”, que en el ejemplar de la revista deportiva El Gráfico del 25 de diciembre de 1984 recorre históricas salvaciones del descenso de este equipo uno de cuyos hinchas ilustres era el tanguero Roberto Goyeneche.
Hay momentos duros. Momentos durísimos. Momentos para desearle al enemigo. Por ejemplo, tener que disputar un torneo de 4 equipos sabiendo que únicamente el que salga primero evitará el descenso de categoría. A Platense le tocó en 1979. Compartió la angustia con Gimnasia de La Plata, Chacarita y Atlanta.
Osvaldo Viara, entonces preparador físico de Platense, les contó a los periodistas Daniel Arcucci y Adrián Maladesky detalles de la preparación:
“Nos encerramos 42 días en Ezeiza. Trabajamos a fondo y bien pudimos escribir un libro sobre las cábalas. La del Polaco Cap (entrenador), que armó ese equipo, de ir a todos los partidos con una valija que compró durante el Mundial de Alemania, con un pizarrón adentro que jamás usaba. También la de hacerlo ingresar a Sánchez Sotelo en los últimos minutos. La de Gianetti y Ginanni, cambiándose los números de las camisetas, porque desde antes del primer triunfo con Atlanta las tenían cambiadas por equivocación y hubo que seguir así. Y lo que llamábamos la tónica de las comidas. ¿Cómo era? Comer de todo y en cantidad. Para eso habíamos llevado una cocinera que preparaba desde guisos hasta lechones a la parrilla. El único que se volvía loco era el médico, Jorge Suárez, porque las dietas no existían. Eso sí, el equipo ganaba y no hubo una sola queja”.
[1] Al lector joven: hace alrededor de 20 años, una publicidad del champú sugería: “Soltate con Wellapon, soltate; soltate el pelo con Wellapon”.
Apunte para los miembros del segundo: a disfrutar con este extracto de la nota “Platense grita siempre al final”, que en el ejemplar de la revista deportiva El Gráfico del 25 de diciembre de 1984 recorre históricas salvaciones del descenso de este equipo uno de cuyos hinchas ilustres era el tanguero Roberto Goyeneche.
Hay momentos duros. Momentos durísimos. Momentos para desearle al enemigo. Por ejemplo, tener que disputar un torneo de 4 equipos sabiendo que únicamente el que salga primero evitará el descenso de categoría. A Platense le tocó en 1979. Compartió la angustia con Gimnasia de La Plata, Chacarita y Atlanta.
Osvaldo Viara, entonces preparador físico de Platense, les contó a los periodistas Daniel Arcucci y Adrián Maladesky detalles de la preparación:
“Nos encerramos 42 días en Ezeiza. Trabajamos a fondo y bien pudimos escribir un libro sobre las cábalas. La del Polaco Cap (entrenador), que armó ese equipo, de ir a todos los partidos con una valija que compró durante el Mundial de Alemania, con un pizarrón adentro que jamás usaba. También la de hacerlo ingresar a Sánchez Sotelo en los últimos minutos. La de Gianetti y Ginanni, cambiándose los números de las camisetas, porque desde antes del primer triunfo con Atlanta las tenían cambiadas por equivocación y hubo que seguir así. Y lo que llamábamos la tónica de las comidas. ¿Cómo era? Comer de todo y en cantidad. Para eso habíamos llevado una cocinera que preparaba desde guisos hasta lechones a la parrilla. El único que se volvía loco era el médico, Jorge Suárez, porque las dietas no existían. Eso sí, el equipo ganaba y no hubo una sola queja”.
[1] Al lector joven: hace alrededor de 20 años, una publicidad del champú sugería: “Soltate con Wellapon, soltate; soltate el pelo con Wellapon”.