Julieta estudiaba con una compañera. Trataba de explicarle qué es la antropomorfización. "Es un recurso mediante el cual se le adjudican propiedades humanas a animales, plantas o cosas", leyó en voz alta Claudia. "La definición la sé, pero cuando me piden un ejemplo que no sea de clase no tengo idea".
-Si una taza se cae y se rompe, ¿dirías que sufre?
-Obvio que no.
-Cierto. Si decís que sufre, estás antropomorfizando la taza. Digamos que suponés que la taza es como una persona que, si se cae desde una altura equivalente a la suya o superior, se lesiona, tal vez se quiebre o se muera.
-Sí, eso lo entiendo. ¿Pero para qué sirve decir que una taza sufre o que el cactus se ríe cuando alguien se pincha? Es una taradez, no tiene sentido.
-A ver. Si vas a rendir "Resistencia de Materiales" y en vez de dar las propiedades de la cerámica escribís que sufre al caerse, te van a mirar feo. Y si a la de Biología le vas con que el cactus se ríe, con suerte te va a pedir que prepares un tema para el jueves.
-Por eso, ¿para qué sirve?
-No terminé.
-Bueno.
-A veces usamos la antropomorfización para significar algo indirectamente. Suponete que en una casa ven lo peor de lo peor en televisión. Capaz que te den ganas de escribir que son una manga de bestias. Después te ataca la culpa por plantearlo de ese modo, que es medio bestia, justo lo que criticás. Como no te querés quedar sin el gusto de opinar, a lo mejor ponés que el control remoto sufre en silencio.
-Está bien, ¿pero cómo hago para que sufra una taza?
-¿Cuál se supone que es el destino del café servido en una taza?
-Que lo tomen.
-Exacto. Imaginate una pareja: todo bien, café adentro, café adentro, sonrisas, palabras, se agarran de la mano. En eso aparece el novio o la novia de uno de ellos y el segundo café queda intacto, muerto de frío. Desde ya que no se murió ni lamentó enfriarse; ni cuenta se da el café de que baja su temperatura. La expresión es un modo de implicar que la calidez se acabó, que lo que pintaba lindo terminó en enchastre.
-Puede ser, voy entendiendo un poco. Lo que sí, sigo sin ver para qué sirve.
-A ver, ¿qué te parece esta frase? "Hombre más mujer más relación sexual entre ambos, posible bebé". ¿Es verdad o es mentira?
-Es verdad, puede pasar, pero queda feo decirlo así.
-Bueno, ese es el asunto: la forma cuenta. Si acá estuviera Lucas, ¿cómo le pedirías que te explicara: "no entiendo una bosta" o "necesito ayuda con este tema"?
-¿Viste la remera que se puso hoy?
Un blog variopinto, con textos ligados a pensamientos, sensaciones, descripciones, narraciones, sentimientos, ocurrencias y reflexiones sobre temas periodísticos sin correr tras primicias. Miradas acerca de lo que nos pasa, lo que nos gustaría, lo que perdimos y lo que soñamos.
27/1/11
25/1/11
Tras el ventanal
Una pareja habla. Se miran de frente junto a la pared de un local que vende electrodomésticos. A su lado pasan tres, siete, veinte personas. El toma su mano derecha. Besa sus labios. Niños, jóvenes y adultos caminan a la par. El habla, ella hace ademanes.
Hay quienes andan de bermudas, uno lleva el saco colgado sobre el hombro y varios vestiditos caen apenas sobre las rodillas.
Otro beso. Sigue el diálogo. El la abraza.
Dos policías parecen pedirle documento a un muchacho que lo enseña, se sube un poco la remera y les muestra una venda en la espalda. Unas frases más y se va. Ya suman como 140 los que continuaron su marcha en este minuto y medio. La pareja camina para este lado de la peatonal y ya no se la ve desde el primer piso del café.
Hay quienes andan de bermudas, uno lleva el saco colgado sobre el hombro y varios vestiditos caen apenas sobre las rodillas.
Otro beso. Sigue el diálogo. El la abraza.
Dos policías parecen pedirle documento a un muchacho que lo enseña, se sube un poco la remera y les muestra una venda en la espalda. Unas frases más y se va. Ya suman como 140 los que continuaron su marcha en este minuto y medio. La pareja camina para este lado de la peatonal y ya no se la ve desde el primer piso del café.
18/1/11
Patrones, empleados, fuerza y razón
Adrián Ramírez debía preparar un texto acerca de legitimidad o ilegitimidad en los reclamos salariales. Si sacaba un 8 promocionaba la materia, con lo cual evitaba rendir el examen final. Espera el resultado mucho menos ansioso que en los quince minutos siguientes a la lectura de la consigna.
"Establecer un régimen de premios en función de acciones correctas es bueno. Que no tenga que pasar por el final si hago un ensayo interesante es un premio. Distinto sería si para zafar del examen me pidieran que insulte al vecino del profesor.
Pedir una mejora en el sueldo es lógico toda vez que los precios suban -la Constitución Nacional consagra el derecho al salario mínimo, vital y móvil- o aumente la productividad.
Por supuesto que hay formas y formas. No corresponde tocar el redoblante a la madrugada frente a la casa del patrón o cortarle el teléfono, ni es cuestión de pintar las paredes de la municipalidad o de bloquear una ruta si el empleador es el Estado; ¿qué culpa tienen todos los que no son el dueño de la empresa ni el gobernante de turno?
Suponiendo que el hombre viviera aislado, tampoco cabría la ruidosa manifestación ante su vivienda pues esto le daría pie a hacernos lo mismo el día que se le ocurriera que estamos trabajando poco o mal.
¿Qué pasa si los canales de diálogo no resultan? Es justo contemplar situaciones de crisis, en las que probablemente el dueño no aumente porque no puede. Otro es el panorama si el salario está planchado mientras el empresario es cada vez más millonario.
El paro es una acción aceptable. Llegado el caso, el Ministerio de Trabajo dicta la conciliación obligatoria si interpreta que uno ha cruzado la raya o si la tarea fuese de extrema necesidad social. Por ahí pasa buena parte del asunto, por las decisiones políticas. Si un gobierno permite que se amontone la basura como manera de queja o que se apedree a un colectivo que trabaja al tiempo que otros paran, entonces el mensaje es que la vida social consiste en que cada uno trate de salvarse a costa de los demás. Esto es ilegítimo. Y cuesta entender que se lo admita en una democracia.
Sancionar a quienes ponen en riesgo la salud o dañan la propiedad es parte de la justicia, es decir, de dar a cada uno según sus acciones. Si no me ponen un 8 por mi color de piel tengo derecho a quejarme por discriminación, pero si la nota se debe a que mi labor fue floja habrá que aceptarla.
"Establecer un régimen de premios en función de acciones correctas es bueno. Que no tenga que pasar por el final si hago un ensayo interesante es un premio. Distinto sería si para zafar del examen me pidieran que insulte al vecino del profesor.
Pedir una mejora en el sueldo es lógico toda vez que los precios suban -la Constitución Nacional consagra el derecho al salario mínimo, vital y móvil- o aumente la productividad.
Por supuesto que hay formas y formas. No corresponde tocar el redoblante a la madrugada frente a la casa del patrón o cortarle el teléfono, ni es cuestión de pintar las paredes de la municipalidad o de bloquear una ruta si el empleador es el Estado; ¿qué culpa tienen todos los que no son el dueño de la empresa ni el gobernante de turno?
Suponiendo que el hombre viviera aislado, tampoco cabría la ruidosa manifestación ante su vivienda pues esto le daría pie a hacernos lo mismo el día que se le ocurriera que estamos trabajando poco o mal.
¿Qué pasa si los canales de diálogo no resultan? Es justo contemplar situaciones de crisis, en las que probablemente el dueño no aumente porque no puede. Otro es el panorama si el salario está planchado mientras el empresario es cada vez más millonario.
El paro es una acción aceptable. Llegado el caso, el Ministerio de Trabajo dicta la conciliación obligatoria si interpreta que uno ha cruzado la raya o si la tarea fuese de extrema necesidad social. Por ahí pasa buena parte del asunto, por las decisiones políticas. Si un gobierno permite que se amontone la basura como manera de queja o que se apedree a un colectivo que trabaja al tiempo que otros paran, entonces el mensaje es que la vida social consiste en que cada uno trate de salvarse a costa de los demás. Esto es ilegítimo. Y cuesta entender que se lo admita en una democracia.
Sancionar a quienes ponen en riesgo la salud o dañan la propiedad es parte de la justicia, es decir, de dar a cada uno según sus acciones. Si no me ponen un 8 por mi color de piel tengo derecho a quejarme por discriminación, pero si la nota se debe a que mi labor fue floja habrá que aceptarla.
Laberinto de ambiciones
Walter Erviti firma un contrato para continuar cuatro años en el club donde actúa. En ese momento, agosto de 2010, es dirigido por un entrenador que lo había apoyado cuando un control antidoping le dio positivo. Julio Falcioni se va del club. El futbolista declara que con él iría a la guerra, aunque su cabeza está puesta en Banfield, tal lo declarado al diario Olé.
Semanas después, Erviti asevera que es tensa la relación con el presidente de la entidad y que nada tiene que ver en esto la chance de pasar a Boca.
A fines de 2010, la vacante en la dirección técnica xeneize fue simultánea a un entredicho de Falcioni con Portell, presidente de Banfield.
Alguien puede considerar que Boca procura su sol a costa de tormentas ajenas.
También es dable evaluar que si solo contratasen a los que estuvieran libres, los clubes incorporarían no futbolistas o alineadores deseables sino, en general, a quienes son descartados.
Con sensatez, Erviti estima que su pase no vale 4 millones de dólares, cifra que trascendió desearía Banfield. Agrega que no lo consultaron ante una oferta de 2 millones que según Boca se efectuó y, a estar del presidente del Taladro, jamás se formalizó.
Caer encima de Portell es fácil, como lo resulta criticar a los poderosos -al ser minoría, fustigarlos es hacerse de muchos votos. Ahora bien, si el hombre escucha el clamor popular para retener a las figuras se enfrenta con ellas, que buscan horizontes más tentadores. Si consiente el deseo de los futbolistas y los deja irse, sabe que numerosos fanáticos lo repudiarán. Ni qué hablar si aparte de aceptar la partida de jugadores emblemáticos viene de perder al técnico bajo cuya conducción el club ganó el único campeonato de su historia.
Semanas después, Erviti asevera que es tensa la relación con el presidente de la entidad y que nada tiene que ver en esto la chance de pasar a Boca.
A fines de 2010, la vacante en la dirección técnica xeneize fue simultánea a un entredicho de Falcioni con Portell, presidente de Banfield.
Alguien puede considerar que Boca procura su sol a costa de tormentas ajenas.
También es dable evaluar que si solo contratasen a los que estuvieran libres, los clubes incorporarían no futbolistas o alineadores deseables sino, en general, a quienes son descartados.
Con sensatez, Erviti estima que su pase no vale 4 millones de dólares, cifra que trascendió desearía Banfield. Agrega que no lo consultaron ante una oferta de 2 millones que según Boca se efectuó y, a estar del presidente del Taladro, jamás se formalizó.
Caer encima de Portell es fácil, como lo resulta criticar a los poderosos -al ser minoría, fustigarlos es hacerse de muchos votos. Ahora bien, si el hombre escucha el clamor popular para retener a las figuras se enfrenta con ellas, que buscan horizontes más tentadores. Si consiente el deseo de los futbolistas y los deja irse, sabe que numerosos fanáticos lo repudiarán. Ni qué hablar si aparte de aceptar la partida de jugadores emblemáticos viene de perder al técnico bajo cuya conducción el club ganó el único campeonato de su historia.
10/1/11
Trazos del alma desde La Guerra y la Paz
Leon Tolstoi es el autor de un libro que supera las mil páginas. No es la guía telefónica de Buenos Aires ni el catálogo de mujeres de Nueva York. Es una historia acerca de imperios, de generales, de mezquindades, de arrojos, de amores y deslealtades. Sin pretensión de elaborar una crítica-para eso habría que leer la obra completa-, van expresiones que revelan la capacidad de este hombre para llegar al alma humana y para dejar mensajes relativos a miedos, creencias, valores, personalidades, costumbres, dudas, entre tantos conceptos que manejamos y que nos llevan por delante en la vida cotidiana.
Ejemplos:
a) Unos cuantos enamorados pueden sentir que les pega en el ojo este tramo, de la princesa María respecto del príncipe Anatol, que tan bien recrea la sensación "me parece que se da cuenta de que me gusta": "Trato de contenerme porque en el fondo de mi alma me siento demasiado cerca de él; pero no sabe lo que pienso y tal vez se imagina que no me resulta simpático".
b) La princesa María debe decidir en una hora si acepta una propuesta matrimonial. El escéptico Nikolai, su padre, la conmina: "Ya sé que vas a rezar. Está bien, puedes hacerlo, pero es mejor que lo pienses".
c) Tras decir "No" en una situación en la que 99 de cada 100 habrían dado el "Sí", María afirma: "Mi misión es ser feliz por medio de otra dicha, la del amor y la de la abnegación".
d) Los que gusten de armar duplas entre quienes no fueron contemporáneos pueden asociar mediante la confusión a Joaquín Sabina ("No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamas sucedió") y Tolstoi : "Había deseado tan ardientemente realizar aquello, sentía tanto no haberlo logrado, que acabó por creer que las cosas habían sucedido así".
e) "Todos cumplían el deber de saludar a la vieja y desconocida tía, que a nadie le interesaba".
f) "Era ése el momento que precede a la comida en que los invitados no inician una conversación prolongada en espera de que los llamen a tomar los entremeses, pero en el que consideran oportuno charlar para no mostrar impaciencia por sentarse a la mesa".
g) "Natasha se enorgullecía de que la tratasen como a una persona mayor, pero, al mismo tiempo, se sentía intimidada".
h) "Eso no está bien! -dijo echándose a reír con aquella risa seca, fría y desagradable, como lo hacía siempre, solo con la boca y no con los ojos".
i) "Y volviéndose hacia el ayudante de campo, el general se dirigió hacia las tropas con sus andares vacilantes. Era evidente que su propia irritación le había agradado y que, al pasar revista a la tropa, deseaba encontrar otro motivo más para irritarse" (prohibido mentir diciendo que no hemos celebrado la aparición de algún bicho fácil de pisar ni bien salimos de una flor de bronca).
j) "Oh! Excelencia -intervino Jerkov sin quitar la vista de los húsares y siempre con ese tono ingenuo que no permitía saber si hablaba en serio o no-".
Ejemplos:
a) Unos cuantos enamorados pueden sentir que les pega en el ojo este tramo, de la princesa María respecto del príncipe Anatol, que tan bien recrea la sensación "me parece que se da cuenta de que me gusta": "Trato de contenerme porque en el fondo de mi alma me siento demasiado cerca de él; pero no sabe lo que pienso y tal vez se imagina que no me resulta simpático".
b) La princesa María debe decidir en una hora si acepta una propuesta matrimonial. El escéptico Nikolai, su padre, la conmina: "Ya sé que vas a rezar. Está bien, puedes hacerlo, pero es mejor que lo pienses".
c) Tras decir "No" en una situación en la que 99 de cada 100 habrían dado el "Sí", María afirma: "Mi misión es ser feliz por medio de otra dicha, la del amor y la de la abnegación".
d) Los que gusten de armar duplas entre quienes no fueron contemporáneos pueden asociar mediante la confusión a Joaquín Sabina ("No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamas sucedió") y Tolstoi : "Había deseado tan ardientemente realizar aquello, sentía tanto no haberlo logrado, que acabó por creer que las cosas habían sucedido así".
e) "Todos cumplían el deber de saludar a la vieja y desconocida tía, que a nadie le interesaba".
f) "Era ése el momento que precede a la comida en que los invitados no inician una conversación prolongada en espera de que los llamen a tomar los entremeses, pero en el que consideran oportuno charlar para no mostrar impaciencia por sentarse a la mesa".
g) "Natasha se enorgullecía de que la tratasen como a una persona mayor, pero, al mismo tiempo, se sentía intimidada".
h) "Eso no está bien! -dijo echándose a reír con aquella risa seca, fría y desagradable, como lo hacía siempre, solo con la boca y no con los ojos".
i) "Y volviéndose hacia el ayudante de campo, el general se dirigió hacia las tropas con sus andares vacilantes. Era evidente que su propia irritación le había agradado y que, al pasar revista a la tropa, deseaba encontrar otro motivo más para irritarse" (prohibido mentir diciendo que no hemos celebrado la aparición de algún bicho fácil de pisar ni bien salimos de una flor de bronca).
j) "Oh! Excelencia -intervino Jerkov sin quitar la vista de los húsares y siempre con ese tono ingenuo que no permitía saber si hablaba en serio o no-".
Un reconocimiento a "Nosotros y los miedos"
"Nosotros y los miedos" fue uno de los ciclos televisivos de comienzos de los ochenta que se ganó un lugar en la memoria y en el canal Volver.
Dirigido por Diana Alvarez, sabía mantener la atención y disparaba finales propios de películas de Alfred Hitchcock con el valor agregado de historias de vida que representaban periodos y capas sociales diversos. Un ejemplo fue el episodio en el que Graciela Duffau encarna a una mujer adulta que estudia declamación y se cree talentosa desde que la consagraron Reina de la Papa. Es lo único que hace. No se plantea cambiar de ocupación, tampoco suponer que no es lo virtuosa que se imagina.
El personaje de Víctor Laplace le formula preguntas al tiempo que finge retratarla. Poco a poco -sin la velocidad absurda que el final dulce tras una hora impone a series como Felicity- se conoce a esta mujer soltera. Se descubre que había sido amante del padre de ese pintor ávido de información. El destino, o el sexo, quiso que el hombre muriese en la casa de ella durante una de sus visitas. El resto lo puso el control social informal; dar a conocer un amorío hace décadas en la Argentina era colgarse un cartel de indecencia, razón por la cual la mujer había enterrado a su pareja clandestina en el patio de la casa y desde entonces deambulaba en su universo enajenado.
En otra edición, Nosotros y los Miedos desplegó el drama de un hijo cuyo padre lo quiere sí y solo sí vive como él impone. Ricardo Darín (Jorge) padece porque Aldo Barbero (papá Enrique) le marca los pasos para que la editorial siga siendo de la familia. Graciela Duffau, tía de Jorge en la ficción, dialoga y trata de ayudarlo a que sea él mismo mediante expresiones relativas al padre tales como "Te quiere de la peor manera" y "te está sacrificando".
Enrique explicita su egocentrismo tras un partido de tenis con su hijo: "Sos casi tan bueno como yo".
A la vuelta de muchos nudos en la garganta, Jorge entra en la temida oficina. La factura es de alta calidad, como la música de Alejandro Vezzani y Horacio Thoni y demás aportes a la serie. Una síntesis, a continuación:
-Parecés un escolar en la dirección; que no se diga, che -le apunta el padre al hijo, que está de pie.
-Voy a dejar la editorial, papá -replica Jorge, que se pasa la mano derecha por la cabeza antes de agregar: "Te pido que me disculpes. Sé que es una gran desilusión para vos".
-Es mi culpa, estás bajo presión -señala Enrique, que atribuye la medida al ajetreo por la organización de la llegada de un afamado novelista-. Tomate estos dos días que te quedan. Te va a reemplazar Federico.
-No, pero papá...
-Pero nada, hijo, absolutamente nada. Así como te presioné una vez, ahora te exijo que no hagas absolutamente nada. Andá tranquilo, tenés que distensionarte. La empresa Cosmos tiene grandes planes para vos.
Jorge sale de la oficina. Se toma la cara con sus manos. Su mirada apena.
El día de la despedida del reputado escritor que no escribía (Rodolfo Ranni se luce como chanta), Jorge busca apoyo en su novia, que trabaja junto a él y vive la placidez de la riqueza sin pensamiento desde la magistral interpretación de Ana María Picchio. Hablan a solas:
-¿Puedo contar con vos?
-Sí.
-¿Para cualquier cosa?
-Sí.
-Quiere decir que estás dispuesta a perder todo el privilegio. Me voy de la empresa.
-Estás loco.
-Quiero empezar a ser yo mismo.
Sin respuesta favorable, Jorge irrumpe en la sala contigua, donde se desarrollaba la gala de la editorial. Entre las palabras al padre sobresalen: "Cada vez que me dijiste 'charlemos' fue para tener mi silencio" y "contales cómo acabás de perder un hijo".
En la escena final, el muchacho sale de la casa en busca de aire tras haberse sacado de encima años de una mímica que lo ahogaba.
Dirigido por Diana Alvarez, sabía mantener la atención y disparaba finales propios de películas de Alfred Hitchcock con el valor agregado de historias de vida que representaban periodos y capas sociales diversos. Un ejemplo fue el episodio en el que Graciela Duffau encarna a una mujer adulta que estudia declamación y se cree talentosa desde que la consagraron Reina de la Papa. Es lo único que hace. No se plantea cambiar de ocupación, tampoco suponer que no es lo virtuosa que se imagina.
El personaje de Víctor Laplace le formula preguntas al tiempo que finge retratarla. Poco a poco -sin la velocidad absurda que el final dulce tras una hora impone a series como Felicity- se conoce a esta mujer soltera. Se descubre que había sido amante del padre de ese pintor ávido de información. El destino, o el sexo, quiso que el hombre muriese en la casa de ella durante una de sus visitas. El resto lo puso el control social informal; dar a conocer un amorío hace décadas en la Argentina era colgarse un cartel de indecencia, razón por la cual la mujer había enterrado a su pareja clandestina en el patio de la casa y desde entonces deambulaba en su universo enajenado.
En otra edición, Nosotros y los Miedos desplegó el drama de un hijo cuyo padre lo quiere sí y solo sí vive como él impone. Ricardo Darín (Jorge) padece porque Aldo Barbero (papá Enrique) le marca los pasos para que la editorial siga siendo de la familia. Graciela Duffau, tía de Jorge en la ficción, dialoga y trata de ayudarlo a que sea él mismo mediante expresiones relativas al padre tales como "Te quiere de la peor manera" y "te está sacrificando".
Enrique explicita su egocentrismo tras un partido de tenis con su hijo: "Sos casi tan bueno como yo".
A la vuelta de muchos nudos en la garganta, Jorge entra en la temida oficina. La factura es de alta calidad, como la música de Alejandro Vezzani y Horacio Thoni y demás aportes a la serie. Una síntesis, a continuación:
-Parecés un escolar en la dirección; que no se diga, che -le apunta el padre al hijo, que está de pie.
-Voy a dejar la editorial, papá -replica Jorge, que se pasa la mano derecha por la cabeza antes de agregar: "Te pido que me disculpes. Sé que es una gran desilusión para vos".
-Es mi culpa, estás bajo presión -señala Enrique, que atribuye la medida al ajetreo por la organización de la llegada de un afamado novelista-. Tomate estos dos días que te quedan. Te va a reemplazar Federico.
-No, pero papá...
-Pero nada, hijo, absolutamente nada. Así como te presioné una vez, ahora te exijo que no hagas absolutamente nada. Andá tranquilo, tenés que distensionarte. La empresa Cosmos tiene grandes planes para vos.
Jorge sale de la oficina. Se toma la cara con sus manos. Su mirada apena.
El día de la despedida del reputado escritor que no escribía (Rodolfo Ranni se luce como chanta), Jorge busca apoyo en su novia, que trabaja junto a él y vive la placidez de la riqueza sin pensamiento desde la magistral interpretación de Ana María Picchio. Hablan a solas:
-¿Puedo contar con vos?
-Sí.
-¿Para cualquier cosa?
-Sí.
-Quiere decir que estás dispuesta a perder todo el privilegio. Me voy de la empresa.
-Estás loco.
-Quiero empezar a ser yo mismo.
Sin respuesta favorable, Jorge irrumpe en la sala contigua, donde se desarrollaba la gala de la editorial. Entre las palabras al padre sobresalen: "Cada vez que me dijiste 'charlemos' fue para tener mi silencio" y "contales cómo acabás de perder un hijo".
En la escena final, el muchacho sale de la casa en busca de aire tras haberse sacado de encima años de una mímica que lo ahogaba.
4/1/11
Creencias, plaguicidas, prejuicios y salud
“D ime con quién andas y te diré quién eres” se ha usado por años para afirmar lo relevante que pueden ser las compañías para inferir actitudes de las personas. Este lugar común no reviste valor científico, pese a lo cual goza de buena salud.
“Vemos que los productores se convencen de que el glifosato es inocuo. Y está demostrado que no es así”, no es un lugar común. La frase pronunciada por el doctor Medardo Avila Vázquez surge de estudios y marca cuánto peso tiene una afirmación aunque no sea cierta.
Lo dicho por este médico que trabaja con víctimas del uso de agroquímicos y que participó del segundo Puente Temático,organizado por Secretaría Académica de la Universidad Nacional de Río Cuarto junto a la Facultad de Agronomía y Veterinaria (FAV), invita a pensar también en la construcción de las creencias.
Una profesora de Historia solía decir que “los alumnos que estudian creen en el esfuerzo y los que no, en la mala suerte”. Exhortaba así a dejar de lado la superstición para interpretar un mal examen y confiaba en su influencia sobre los adolescentes.
A la vuelta de la autocrítica, más de uno pasó a creer que la culpa del 2 no era de la camisa elegida ese día.
El cambio no es tan simple cuando hay razones económicas de por medio. Avila Vázquez sostuvo que “hay productores que consideran casuales la aparición de casos de cáncer, abortos espontáneos y hepatopatías en zonas donde se aplican agroquímicos”.
Guillermo March, docente de la FAV, compartió datos de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación: en Misiones, un 36 por ciento de los consultados cree que la gente es resistente a los plaguicidas. Lo cual podría resumirse así: “Sé que esto es malo, pero a mí no me hará mal”.
En el escenario también actúan las falacias. ¿Qué es una falacia? Algo así como creer que porque se produzcan 6 mil millones de autos, cada ser humano será dueño de uno. Suena zonzo porque lo es. Sin embargo, se estila para tratar de justificar negocios. “Es mentira lo que dice Monsanto” (poderosa empresa si las hay) de que con una gran producción de alimentos por el uso de agroquímicos ellos pueden solucionar el hambre en el mundo, planteó el médico. “El problema es la distribución de riqueza: el 10 por ciento de la población consume más del 80%”.
Los prejuicios meten la cola. Basta con que un barrio sea periférico para que levante sospechas. “En el de barrio Ituzaingó se consumían 5 veces más pastillas para la tiroides que en otros centros de salud de la ciudad de Córdoba”, aseveró Avila Vázquez. De inmediato hubo quienes pensaron que alguna mano robaba medicamentos. Hipótesis incorrecta. En esa zona era común el empleo de plaguicidas.
“Vemos que los productores se convencen de que el glifosato es inocuo. Y está demostrado que no es así”, no es un lugar común. La frase pronunciada por el doctor Medardo Avila Vázquez surge de estudios y marca cuánto peso tiene una afirmación aunque no sea cierta.
Lo dicho por este médico que trabaja con víctimas del uso de agroquímicos y que participó del segundo Puente Temático,organizado por Secretaría Académica de la Universidad Nacional de Río Cuarto junto a la Facultad de Agronomía y Veterinaria (FAV), invita a pensar también en la construcción de las creencias.
Una profesora de Historia solía decir que “los alumnos que estudian creen en el esfuerzo y los que no, en la mala suerte”. Exhortaba así a dejar de lado la superstición para interpretar un mal examen y confiaba en su influencia sobre los adolescentes.
A la vuelta de la autocrítica, más de uno pasó a creer que la culpa del 2 no era de la camisa elegida ese día.
El cambio no es tan simple cuando hay razones económicas de por medio. Avila Vázquez sostuvo que “hay productores que consideran casuales la aparición de casos de cáncer, abortos espontáneos y hepatopatías en zonas donde se aplican agroquímicos”.
Guillermo March, docente de la FAV, compartió datos de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación: en Misiones, un 36 por ciento de los consultados cree que la gente es resistente a los plaguicidas. Lo cual podría resumirse así: “Sé que esto es malo, pero a mí no me hará mal”.
En el escenario también actúan las falacias. ¿Qué es una falacia? Algo así como creer que porque se produzcan 6 mil millones de autos, cada ser humano será dueño de uno. Suena zonzo porque lo es. Sin embargo, se estila para tratar de justificar negocios. “Es mentira lo que dice Monsanto” (poderosa empresa si las hay) de que con una gran producción de alimentos por el uso de agroquímicos ellos pueden solucionar el hambre en el mundo, planteó el médico. “El problema es la distribución de riqueza: el 10 por ciento de la población consume más del 80%”.
Los prejuicios meten la cola. Basta con que un barrio sea periférico para que levante sospechas. “En el de barrio Ituzaingó se consumían 5 veces más pastillas para la tiroides que en otros centros de salud de la ciudad de Córdoba”, aseveró Avila Vázquez. De inmediato hubo quienes pensaron que alguna mano robaba medicamentos. Hipótesis incorrecta. En esa zona era común el empleo de plaguicidas.
Villanos que hablan de juego
Un autor alertaba acerca de los eufemismos, expresiones con aspecto inocente que a menudo encubren acciones que van de lo indecoroso a lo criminal. Ilustraba el peligro de hacerse eco de las denominadas limpiezas étnicas, que son matanzas a quienes son o parecen distintos.
El español consignaba que bajo la palabra limpieza, pieza clave de la salud corporal, quedaban ocultos los delitos. Como si en un baile de disfraces, Al Capone se hubiera vestido de Madre Teresa de Calcuta.
Es equivalente lo que pasa con el término juego. Asociado a la infancia, a lo pasatista, a lo que no admite culpa, es el atajo hacia acciones que tendrían que causar remordimiento o, mejor aun, omisión. Ejemplo: Nazarena Velez toca sin usar las manos la espalda de Gerardo Sofovich. Enterada de que eso enoja a una ex esposa del conductor, alega que se trataba de un juego televisivo. Tema resuelto sin pasar por la incomodidad del arrepentimiento ni la humildad de la disculpa.
De manera análoga se escucha a dirigentes y a otros votantes justificar agravios. "Es el juego de la política", explican respecto de por qué acusan a opositores de lo que ellos mismos saben que no han cometido.
Flaco favor a la democracia el de quienes atacan con el eufemismo del juego.
El español consignaba que bajo la palabra limpieza, pieza clave de la salud corporal, quedaban ocultos los delitos. Como si en un baile de disfraces, Al Capone se hubiera vestido de Madre Teresa de Calcuta.
Es equivalente lo que pasa con el término juego. Asociado a la infancia, a lo pasatista, a lo que no admite culpa, es el atajo hacia acciones que tendrían que causar remordimiento o, mejor aun, omisión. Ejemplo: Nazarena Velez toca sin usar las manos la espalda de Gerardo Sofovich. Enterada de que eso enoja a una ex esposa del conductor, alega que se trataba de un juego televisivo. Tema resuelto sin pasar por la incomodidad del arrepentimiento ni la humildad de la disculpa.
De manera análoga se escucha a dirigentes y a otros votantes justificar agravios. "Es el juego de la política", explican respecto de por qué acusan a opositores de lo que ellos mismos saben que no han cometido.
Flaco favor a la democracia el de quienes atacan con el eufemismo del juego.
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