4/1/11

Creencias, plaguicidas, prejuicios y salud

D ime con quién andas y te diré quién eres” se ha usado por años para afirmar lo relevante que pueden ser las compañías para inferir actitudes de las personas. Este lugar común no reviste valor científico, pese a lo cual goza de buena salud.
“Vemos que los productores se convencen de que el glifosato es inocuo. Y está demostrado que no es así”, no es un lugar común. La frase pronunciada por el doctor Medardo Avila Vázquez surge de estudios y marca cuánto peso tiene una afirmación aunque no sea cierta.
Lo dicho por este médico que trabaja con víctimas del uso de agroquímicos y que participó del segundo Puente Temático,organizado por Secretaría Académica de la Universidad Nacional de Río Cuarto junto a la Facultad de Agronomía y Veterinaria (FAV), invita a pensar también en la construcción de las creencias.

Una profesora de Historia solía decir que “los alumnos que estudian creen en el esfuerzo y los que no, en la mala suerte”. Exhortaba así a dejar de lado la superstición para interpretar un mal examen y confiaba en su influencia sobre los adolescentes.
A la vuelta de la autocrítica, más de uno pasó a creer que la culpa del 2 no era de la camisa elegida ese día.
El cambio no es tan simple cuando hay razones económicas de por medio. Avila Vázquez sostuvo que “hay productores que consideran casuales la aparición de casos de cáncer, abortos espontáneos y hepatopatías en zonas donde se aplican agroquímicos”.
Guillermo March, docente de la FAV, compartió datos de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación: en Misiones, un 36 por ciento de los consultados cree que la gente es resistente a los plaguicidas. Lo cual podría resumirse así: “Sé que esto es malo, pero a mí no me hará mal”.

En el escenario también actúan las falacias. ¿Qué es una falacia? Algo así como creer que porque se produzcan 6 mil millones de autos, cada ser humano será dueño de uno. Suena zonzo porque lo es. Sin embargo, se estila para tratar de justificar negocios. “Es mentira lo que dice Monsanto” (poderosa empresa si las hay) de que con una gran producción de alimentos por el uso de agroquímicos ellos pueden solucionar el hambre en el mundo, planteó el médico. “El problema es la distribución de riqueza: el 10 por ciento de la población consume más del 80%”.
Los prejuicios meten la cola. Basta con que un barrio sea periférico para que levante sospechas. “En el de barrio Ituzaingó se consumían 5 veces más pastillas para la tiroides que en otros centros de salud de la ciudad de Córdoba”, aseveró Avila Vázquez. De inmediato hubo quienes pensaron que alguna mano robaba medicamentos. Hipótesis incorrecta. En esa zona era común el empleo de plaguicidas.