16/7/12

Ardiente Oxford

El día que la antorcha olímpica pasó por la ciudad de Oxford, la puntualidad inglesa se hizo añicos contra la realidad, prueba de lo cual fue que los anunciados "6 minutos" para el arribo de la llama a St Clements y Crowley Road se hicieron 17. El fuego no se hizo visible a las 18 ni a las 18.30, sino casi a las 7 menos cuarto de la tarde.
Para estar en primera fila, que se tornó segunda por el razonable privilegio a personas en sillas de rueda y niños, fue necesario llegar a las 5 menos 10, cuando todavía los policías sacaban fotos a quienes se lo pedían. Aún era posible ir hasta el supermercado a media cuadra, comprar jugo o gaseosa y volver al sitio deseado. Estábamos sentados en el cordón y de pie en la vereda. Minutos más tarde hubo que despejar el cordón y las voces de los voluntarios y agentes de tránsito se elevaban ofreciendo a quienes ya estaban instalados que circularan calle arriba, donde sobraba lugar. Es que ya nadie estaba sentado y en la vereda había 3 filas de gente parada.
Alrededor de las 5 y media, un coro intentó entretener mas no lo consiguió. Piadosamente, estudiantes del colegio los ovacionaron ante la indiferencia de los ya cientos que por entonces rodeaban la rotonda desde cuyo centro partía la música. La estrella de la tarde no era la música sino la llama. Para colmo, durante la actuación de los coreutas, camionetas de los auspiciantes de los Juegos pasaban a su lado con sus propias canciones a todo volumen. Primero fue Samsung, que repartió decenas de banderas azules. En segundo lugar, Coca Cola, uno de cuyos promotores entregó 4 (sí, cuatro) botellas chicas de vidrio. Por supuesto, Lloyds Bank no regaló dinero ni bonos.
Por si a alguien le quedaban dudas respecto del carácter profesional de los Juegos, estas tres firmas y sus logotipos en el vehículo oficial que antecedía el paso de la antorcha las disiparon.
El reloj de la torre marcaba las 6 y 36. Ya no caminaban junto al cordón los vendedores de banderas del Reino Unido, algunos a beneficio de organizaciones que defienden a veteranos de guerra y otros para sí mismos. Dicho de paso, en una franja de 50 metros vendieron tres en dos horas.
A las 7 menos veinte no se envidiaba más a quienes veían todo desde sus departamentos de primer piso y superiores, ellos sí en su mayoría con estandartes azul, rojo y blanco, los colores de los banderines que colgaban por High Street antes de llegar a la rotonda.
Minutos más tarde, los policías de tránsito, los agentes de seguridad y los voluntarios tal vez lamentaron por instantes la naturaleza de su trabajo: todos salvo ellos vieron a la atleta que pasó aplaudida para empezar a cerrar un atardecer único en la historia de Oxford.