16/7/12


En guardia, realeza

Si una película transcurriese en Londres y hubiera lluvia en su primera y su última escena, más de uno le achacaría apelar a este lugar común. Pero la verdad es que el sábado 14 de julio de 2012, la capital inglesa recibió y despidió el día con un aguacero que siguió deteriorando los primeros y segundos paraguas de varios turistas.
La mañana los encontró contra las rejas del Buckingham Palace, expectantes por el cambio de guardia real. A 20 metros, en su caseta, los hombres de negro, rojo y blanco parecen muñecos. A un metro se los ve sonreir y charlar entre ellos cuando los músicos que tocan son los de la columna de enfrente. Instrumentos de viento y de percusión rinden tributo a Ennio Morricone al interpretar su canción que tanto suspenso le agrega a los primerísimos planos de Clint Eastwood, Lee Van Cleef y Ellie Wallace en el duelo final de El Bueno, El Malo y El Feo.
Tres canciones más, también en versiones aceleradas respecto de las originales, tocó la banda antes de escuchar a modo de despedida aplausos más débiles que la garúa.
Habían pasado dos horas tras el temprano arribo que deparó la privilegiada ubicación en primera fila. Tiempo en el cual circularon señoras paquistaníes con túnicas que cubrían todo excepto sus ojos, hombres que llevaban mujeres a cococho, un señor que se cubría de la lluvia con un pañuelo, un nene que a modo de capa llevaba la bandera de Túnez, adolescentes y jóvenes que captaban las escenas con cámaras digitales, tabletas, adultos con teleobjetivos de 20 centímetros de largo y hasta un muchacho que, con trípode y todo, acaso haya estado filmando para un canal de TV.
Tal vez haya registrado que entre los múltiples diseños de paraguas, el más visto fue el de la bandera del Reino Unido. O haya enfocado las coronas en la parte superior de cada una de las luminarias en el enrejado. O se haya detenido en el dorado que realza la bella herrería negra de los portones. O en los seis escalones del centro de la rotonda sobre los que cientos de curiosos veían la ceremonia. O en varios que, desde la reja, se daban vuelta ni bien se aproximaba la banda por la calle, libre gracias a la acción de hombres y mujeres de la policía montada. O en la muchedumbre que, cuando todo termina, se sigue sacando fotos, ahora junto a las flores rojas como las tiras de la bandera inglesa.