11/3/13

Distintos poderes 
A un boxeador pluma que cae por el golpe de un peso pesado mal puede acusárselo de cobarde o de mandíbula floja; sencillamente no hay equivalencia entre ambos.
Si se considera que a la par de la escuela existen numerosos agentes de socialización (familia, TV, Internet, radio, diarios, amigos, vecinos, dirigentes, entre otros), responsabilizarla por los fracasos es como culpar del gol recibido al compañero que perdió la pelota a 70 metros del arco propio.
Guillermo Jaim Etcheverry, autor de La Tragedia Educativa, expresa con suma claridad el valor siempre relativo de lo impartido en los colegios entre tantas fuentes de tan distintos aprendizajes para niños y adolescentes: "Si la sociedad deshace prolijamente lo que pretende que la escuela construya, no puede esperarse que la educación represente una gran diferencia". Por eso, "una escuela que se afirme en sus valores tradicionales está llamada a desempeñar un papel social revolucionario: mostrar a las nuevas generaciones una alternativa a la superficialidad que, como una avalancha incontenible, se introduce a cada instante en sus vidas; proporcionarles los reparos que les permitan reaccionar frente a esta invasión, orientarlos hacia lo que aún no saben que son capaces de hacer y, sobre todo, estimularlos a pensar".