Misionero de tribuna
Su antebrazo derecho se mueve hacia delante y hacia atrás. Solo descansa quince minutos o cuando tiene que hacerse visera por el sol que pega de frente.
La voz se escucha incesante, capaz de empalmar un grito de aliento con un insulto.
Quien lo contempla entre las banderas, casi exactamente perpendicular a la línea media, se admira de su tenacidad. No le importan las derrotas, los empates rivales sobre la hora, los partidos de verano a las cinco de la tarde, ni los días lluviosos y fríos, como contra San Martín de San Juan en la B Nacional 2008/09.
Ahí está Ricardo, el tipo al que le das más de 45. Canoso por los años y el fútbol, va a la cancha de vaquero azul y remera de Los Andes. Si te fijás, su uniforme tiene los colores de los granaderos. Y si lo conocés, sabés que él también considera sagrada su misión.