Belgrano y Borges
Si hay un prócer argentino que despierta inmensa admiración aparte San Martín, ése es Manuel Belgrano. Se lo respeta, entre tantas razones, porque pudiendo haber sido un exitoso abogado de vida cómoda en el centro se dedicó a la lucha militar por la independencia. Además, porque participó para dar, no para sacar. Allí donde la pieza que faltaba era A, Belgrano fue a sabiendas de que era B y se quedó por años.
Algo de esto desliza Jorge Luis Borges en diálogo con Fernando Sorrentino: "Si los personajes de la épica son personas dotadas de fuerzas excepcionales o de virtudes mágicas, entonces lo que hacen no tienen mayor valor". Por añadidura, se acrecienta el relieve de los héroes que, cual David frente a Goliat, pelean en condiciones desventajosas.
Misceláneas
En otro tramo de las "Siete Conversaciones con Jorge Luis Borges", el autor de "Fervor de Buenos Aires" dice que el truco en su vida "ha representado horas muy gratas", que "tiene superioridad sobre otros juegos" y que "lo compararía con el mate, en el sentido de que es más bien un pasatiempo que otra cosa".
Su sentido del humor se pone de manifiesto cuando habla de Arturo Jauretche, a quien le prologó "El paso de los libres" (1934): "Actualmente no nos vemos (yo no diría que lo evito, porque yo tampoco veo lo bastante como para evitar a nadie)".
Acerca de los vínculos y sus orígenes, cuenta que con Carlos Mastronardi, poeta entrerriano, "nos hicimos muy amigos. Y él me dijo después que él en primer término había buscado mi amistad porque sabía que otro poeta entrerriano, Evaristo Carriego, había sido muy amigo de nuestra casa".