¿Qué da más miedo?
A las 21.45 del domingo 21 de julio de 2013, eran dos las nuevas muertes a raíz de la disputa entre facciones de la barra brava de Boca. Un periodista de Clarín había dado dos señales de alerta días y horas antes. Aunque se habían registrado antecedentes en visitas de Boca a otros estadios, no hubo prevención adecuada. Armas de fuego y cortafierros afilados como para matar a un elefante fueron postales de una tarde en la que se iba a jugar un partido de fútbol.
La mayoría de los informativos habló de los asesinatos como consecuencia de choques entre disidentes y miembros de "la barra oficial". Tan sólidamente establecidos están los violentos que detentan el poder en los clubes que son llamados integrantes del grupo "oficial". Es lo que tienen las denominaciones: dicen verdades que asustan, más aun en el fútbol porque desde hace décadas nada se hace para cambiar.
Salvo que se considere un hecho válido para erradicarlas el mensaje (¿cándido o cínico?) de la presidente Cristina Fernández cuando tributó su "respeto" para quienes no ven el juego, ocupados como están pues "arengan, arengan y arengan". A menos que se crea que fue una estrategia sublime por la paz premiar a los barras "oficiales" con pasajes a Sudáfrica a ver el Mundial. O que se asuma cual avance el diagnóstico que desde el atril esbozó la presidente de la Nación el 30 de julio del año pasado, cuando además de elogiar a quienes alientan desde los paraavalanchas aseveró: "Las cosas más graves no pasan dentro de la cancha, pasan afuera". Tenía razón. Los fallecidos de julio de 2013 jamás pudieron entrar en el estadio de San Lorenzo.