Condena
"Las influencias de Stalin" era el nombre con el que algunos ciudadanos rebautizaron esa calle. Habían escuchado la frase en una clase del grupo "Selección natural". Sentían que daba lo mismo una denominación que otra cuando ninguna era conocida.
Los miembros del tribunal votaron diferente. Unos coincidieron en que si un texto es insignificante, es justo reemplazarlo por otro cualquiera. Uno, el más futbolero, lo ejemplificó así: "Tiene sentido elegir el primero y el segundo arquero, pero el cuarto puede ser hasta mi tío abuelo".
Otro integrante sostuvo que suplantar un indistinto por otro, ninguno de los cuales trascendente, equivalía a "dar de baja a un suplente de suplente para incorporar a alguien con iguales antecedentes. Y para cambiar así, menor no esforzarse".
La mayoría determinó que "pintarrajear un cartel es un hecho vandálico por donde se lo mire" y entonces debía ser "penado independientemente del tono del nuevo texto".
Alguien planteó que los reemplazos de sucesivos elementos que no marcan diferencia son la base de la simplificación aritmética. Así, 2.488.002 dividido 1.244.001 bien se puede presentar como 2.
Salazar, el último expositor del jurado, aprovechó los dichos anteriores y señaló que si se muestra solo el 2, entonces se priva al lector del ejercicio y que en el facilismo está el castigo: la pérdida de información.
El veredicto fue: "Tiene razón, pero marche preso Salazar". Y no se volvió a hablar del nombre original de la calle, "La condena del olvido".