3/5/14

Maestros sin guardapolvo
El entrenador Rinus Michels no pudo coronar con la copa la brillantez de Holanda en el Mundial de 1974. Cayó en la final frente a la Alemania anfitriona, que alzó el trofeo pero no logró que el común de los futboleros de la época asociara su nombre, sino el de Holanda, a ese certamen.
Johan Cruyff, sublime futbolista que tan bien lo interpretó, dijo de Michels como se lee días atrás en Clarín: “Muchas veces intenté imitarlo. Y ese es el mayor homenaje que se le puede hacer a una persona”.
La semilla fructificó. En los noventa, Cruyff condujo al Barcelona a ganar por primera vez una liga de campeones de Europa, aparte consagrarse cuatro veces en España.
Ese Barcelona, que no tenía un jugador superlativo como Messi, obtenía desde la labor conjunta la belleza y la eficacia. Verlo jugar era asistir a espectáculos emocionantes, como cuentan que daba el Ajax en el que Johann Cruyff hacía goles y al que dirigía Michels. 
Carlos Leeb
no originó como DT una revolución futbolística, ni se lo recuerda como un futbolista fuera de serie. Alcanzó, eso sí, un idilio con la hinchada de Chacarita y un cariño generoso de la de Banfield, a fuerza de goles y tenacidad, sin la cual no se habría sobrepuesto de lesiones que al comienzo de su carrera lo marginaron más de dos años de las canchas. También derrotó al desánimo por empezar su trayectoria en primera división y, tras ser cesanteado por temor dirigencial a nuevas lesiones, bajar a la tercera categoría. Ave Fénix criollo, El Gatito Leeb se fortaleció y devolvió con goles y ascenso al Nacional B el afecto colosal de la gente de Chacarita. Sacó merecida chapa de jugador valioso y más tarde integró el Banfield que subió a primera.
Debe ser buen tipo Carlos Leeb. En 2000, minutos después de jugar y perder la semifinal para subir a la A en el clásico con Los Andes, felicitó al plantel ganador. En 2014, ya como alineador, padeció en Chacarita un 5-1 ante el mismo adversario. Hizo a un lado el fastidio por la goleada recibida y la rivalidad entre las hinchadas; pasó por el vestuario de quienes lo habían superado a felicitarlos por tan buena actuación, tal lo destaca el sitio del Club Los Andes.
Así como le pasó a Cruyff con Michels, brota el deseo de imitarlo al Gatito Leeb, de rendirle homenaje a quien, en un medio tan exitista, es nada menos que valiente y buen perdedor.