Maestros sin guardapolvo
El entrenador Rinus Michels no pudo coronar con la copa la brillantez de
Holanda en el Mundial de 1974. Cayó en la final frente a la Alemania
anfitriona, que alzó el trofeo pero no logró que el común de los
futboleros de la época asociara su nombre, sino el de Holanda, a ese
certamen.
Johan Cruyff, sublime futbolista que tan bien lo
interpretó, dijo de Michels como se lee días atrás en Clarín: “Muchas veces intenté imitarlo. Y ese es el
mayor homenaje que se le puede hacer a una persona”.
La semilla
fructificó. En los noventa, Cruyff condujo al Barcelona a ganar por
primera vez una liga de campeones de Europa, aparte consagrarse cuatro
veces en España.
Ese Barcelona, que no tenía un jugador superlativo
como Messi, obtenía desde la labor conjunta la belleza y la eficacia.
Verlo jugar era asistir a espectáculos emocionantes, como cuentan que
daba el Ajax en el que Johann Cruyff hacía goles y al que dirigía Michels.
Carlos
Leeb no originó como DT una revolución futbolística, ni se lo recuerda
como un futbolista fuera de serie. Alcanzó, eso sí, un idilio con la
hinchada de Chacarita y un cariño generoso de la de Banfield, a fuerza
de goles y tenacidad, sin la cual no se habría sobrepuesto de lesiones
que al comienzo de su carrera lo marginaron más de dos años de las
canchas. También derrotó al desánimo por empezar su trayectoria en
primera división y, tras ser cesanteado por temor dirigencial a nuevas
lesiones, bajar a la tercera categoría. Ave Fénix criollo, El Gatito
Leeb se fortaleció y devolvió con goles y ascenso al Nacional B el
afecto colosal de la gente de Chacarita. Sacó merecida chapa de jugador
valioso y más tarde integró el Banfield que subió a primera.
Debe ser
buen tipo Carlos Leeb. En 2000, minutos después de jugar y perder la
semifinal para subir a la A en el clásico con Los Andes, felicitó al
plantel ganador. En 2014, ya como alineador, padeció en Chacarita un 5-1
ante el mismo adversario. Hizo a un lado el fastidio por la goleada
recibida y la rivalidad entre las hinchadas; pasó por el vestuario de
quienes lo habían superado a felicitarlos por tan buena actuación, tal lo destaca el sitio del Club Los Andes.
Así
como le pasó a Cruyff con Michels, brota el deseo de imitarlo al Gatito
Leeb, de rendirle homenaje a quien, en un medio tan exitista, es nada
menos que valiente y buen perdedor.