8/5/14

Espíritu lesionado
Julián Kent fue presidente de River a fines de los 1960 y comienzos de los 1970. Uno de sus hábitos era saludar a los planteles visitantes. Hidalgo, era capaz de felicitarlos después de que le hubieran ganado a su equipo en el Monumental. Perteneció a una raza ya extraña por entonces y poco menos que en extinción en estos días: la de quienes asumían los resultados como contingencias y la caballerosidad como valor innegociable.
Días atrás, un adolescente del fútbol de inferiores de la Universidad fue víctima de una salvajada. Le patearon la cabeza y le causaron fracturas.
Es triste asumir que no será la última vez; los cambios sociales toman tiempo.
Es bueno saber que hay esperanzas; basta con recobrar la caballerosidad de Kent. Lástima que, dado que en su gestión River no obtuvo títulos, para unos cuantos exitistas se lo recuerde como un perdedor. Este tipo de conceptualización motoriza las patadas en la cabeza por un partido de fútbol.