11/1/15

A 30 años de la condena
¡Cuánto cuesta superar algunos hechos!
En 2015 se cumplen 30 años de la partida de Oscar Ruggeri, junto con Ricardo Gareca, de Boca a River. Recién ahora empieza a cerrar en algunos hinchas xeneizes la herida, especialmente la causada por Ruggeri, autor de un gol que celebró y marcó el 2-2 final millonario en La Bombonera por la segunda rueda de la temporada 1987/88. El festejo no fue obsceno, pero considerando que en 1985 había salido de la cancha en andas de sus nuevos compañeros al cabo de un triunfo riverplatense por 1-0 sobre Boca por la primera mitad del torneo '85/86, la sangre fanática azul y oro encontraba motivos para hervir.
Ambas situaciones son explicables: demostrar alegría por un gol que significa el empate en un superclásico es sumamente entendible. También lo resulta que sus pares de River lo alzaran sobre sus hombros al término del 1-0 en el cual Roberto Passucci, compañero en Boca de 1981 a 1984, casi lo quiebra de un planchazo.
Esta infracción elevó a Pasucci al altar de la idolatría para cientos de miles de boquenses y lo exculpó de irresponsabilidades costosas tales como estas, tomadas de imborrableboca.blogspot.com.ar y del sitio historiadeboca.com.ar.
-Por el torneo de Primera de 1983 y con el resultado 2-0, Passucci es expulsado; Nueva Chicago aprovecha la ventaja y concluye vapuleando 5-0 a Boca.
-En 1984, por la amistosa Copa Joan Gamper, una patada voladora contra Schuster deja a Boca sin Pasucci y lleva la derrota parcial 2-0 a un final 9-1 ante Barcelona.
-El mismo año, a los 10 minutos, Passucci ve la roja y Boca pierde 4-2 en su visita a Instituto, por el certamen de Primera División.
-En 1985, disconforme con el arbitraje, Passucci se va solo de la cancha a 10 minutos del cierre de un cotejo en el cual Boca es derrotado 6-0 por Guaraní Antonio Franco de Misiones.
La base de datos Historia de Boca da cuenta de que Passucci totalizó 12 expulsiones en 191 encuentros oficiales que disputó en el club.
Ruggeri tampoco escatimaba pierna fuerte ni reacciones, de allí que haya dejado a Boca con uno menos en partidos como el 0-0 con Instituto por el Metro de 1981, el 0-1 sufrido en Mendoza contra Gimnasia por el Nacional de 1982 o el 0-2 frente a River por la segunda rueda de igual año.
Su registro indica 6 expulsiones en sus 147 presentaciones oficiales xeneizes.
Sin ser un ejemplo del juego limpio, Ruggeri queda mejor parado que Passucci en la estadística y en su utilidad para el equipo, como que era titular indispensable mientras su compañero alternaba con suplencias.
No obstante, que Ruggeri haya resuelto irse de Boca a River por no arreglar su contrato hizo que hinchas xeneizes de distintas edades, clases sociales y niveles educativos lo sentenciaran como traidor y mercenario. Se borraba de un plumazo el formidable 1982 de Ruggeri, pieza clave para que un Boca empobrecido consiguiera así mismo el tercer puesto en el Metro de 1982. Quien había sido un defensor bravío, luchador, de cabezazos goleadores y proyección al ataque con la pelota en los pies se convertía en un indeseable. Y Passucci, que poco significaba entre la hinchada, luego de la patada vengadora ganó indulgencia para sus chambonadas y mejoró su status en 1986, cuando tuvo rendimientos clave  (incluidos un gol a San Lorenzo en semifinales y uno a Olimpo en cuartos) que le permitieron a Boca conquistar la Liguilla y volver a la Copa Libertadores.
En un momento de mesura, un hincha podría haberse planteado que Passucci cobró una cuenta personal con Ruggeri en el medio de un partido, a expensas de las chances de Boca de empatar. El mismo hombre, que vio ese revés 1-0 ante River, se replicaría que esa tarde los xeneizes no vencerían a los millonarios ni con los once, de modo que la patada no alteró el marcador. Embanderado con La 12, agregaría: "Entonces estuvo bien, listo".
Acerca del gol que Ruggeri gritó en cancha de Boca el día del 2-2 en 1988, no le vayan al fanático con que tenía derecho. Tampoco le contextualicen recordando que forajidos boquenses le habían incendiado su casa, en un liso y llano atentado que por obra de los vecinos no les costó la vida a sus padres, que dormían. Al hincha visceral, al veneno, le cae mal que uno de los suyos se vaya a la contra más allá de esto o de los siete meses de sueldo que llegó a deberle la institución. Para él, los razonamientos se acaban junto con la clase de matemática.
Hasta que la causa prescribe, 30 años después.