26/12/15

Ecos de un diario impuro
"Cuando en los anuncios de coches no mienten, callan", sentencia uno de los personajes de "Número cero", libro en el cual Umberto Eco desliza estrategias de diarios para publicar lo que vende, coincida o no con la verdad.
Aun a riesgo de perderse en laberintos de intrigas, el lector puede descubrir frases como para sonar bien en un examen de metodología de la investigación o para abrir debates sobre periodismo y educación. Algunas, debajo:
-Un dato, por sí solo, no dice nada; todos juntos te hacen comprender lo que no se apreciaba a primera vista. Hay que desentrañar lo que intentan esconderte.
-La ciencia también miente.

Ah, la libertad de expresión... Ah, la objetividad...
Umberto Eco desanima a quienes aún suspiran contentos ante las ideas del comienzo. Habla el mandamás de una publicación:
-Ya sé que se ha pontificado mucho sobre el hecho de que los diarios escriben siempre obrero del sur agrede a compañero de trabajo y jamás obrero del norte agrede a compañero de trabajo (...) Estamos en un diario que se publica en Milán, no en Catania, y debemos tener en cuenta la sensibilidad de un lector milanés.
-En lugar de pregonar datos que alguien podría cotejar, siempre es mejor limitarse a insinuar. Insinuar no significa decir algo preciso, sirve solo para arrojar una sombra de sospecha sobre el desmentidor.

Poder de decisión
-¿Usted dice que deberíamos comprobar que cada artículo le guste al Commendatore? -preguntó Cambria, especializado como de costumbre en preguntas tontas.
-A la fuerza -repuso Simei-, es nuestro accionista de referencia, como suele decirse.
Simei, el director del periódico en torno del cual versa el libro "Número cero", también daba al personal consejos como éste: "Tengan en cuenta que hoy en día, para rebatir una acusación, no es necesario probar lo contrario, basta deslegitimar al acusador".
Los lectores prejuiciosos e intolerantes son cómplices. Una prueba: a un juez intachable se trataba de dañarlo contando que "comía en un restaurante chino. Con palitos".
Dada la descripción, esta conclusión:
-Espléndido -dijo Simei-, nuestro lector no va a restaurantes chinos, quizá donde vive no los hay, y jamás soñaría con comer con palitos como un salvaje. ¿Por qué este individuo frecuenta ambientes chinos, se preguntará el lector? ¿Por qué, si es un magistrado serio, no come fideos o espaguetis como todo el mundo?