26/8/10

De medias naranjas que se hacen limones

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Por Fabián González, estudiante de Periodismo, Fundación Cervantes


El hueco que dejaste en la cama reclama tu cuerpo. El café a medio tomar todavía sigue esperando el contacto de tus labios con el borde de la taza. Las plantas ya no tienen tema de conversación. El perfume no es perfume sin el intrínseco calor y la humedad de tu tersa y fragante piel. Los libros se quejan porque ya nadie más los lee.
La alfombra extraña el barro de tus zapatos, y la ventana se apesadumbra porque ya nadie la invita a contemplar el horizonte por el atardecer.
Qué extraña está la casa sin tu risa. El silencio se vuelve atroz por las noches, y el insomnio me ha ganado cada noche de estas mil y una con irrefutable ventaja. Ya tus cuentos no se esparcen por la casa ni se esconden en los cajones, y el inconfundible sabor amargo de la derrota me sorprende en las mañanas como la borra de té que distraído me tomo.
La negra espesura de la noche se encuentra con la de mi alma, y resisto como puedo el frío que cala los huesos en interminable sopor.
La lanza llegó por el costado y la copa algo rajada finalmente se rompió.
Todo se perdió.
El cáliz de tu boca ya no derrama en la mía esos dulces besos, como el néctar del vino que alguna vez nos descubrió, tontos y borrachos en mi alcoba, jugando a ciegas al gato y al ratón.
La tinta extraña escurrirse por tus dedos, y tus delirios de poetisa se quedaron solos, rondando por la habitación. De vez en cuando charlamos, recordamos tus locuras, enganchados con la frase que más nos duele en el corazón: soliloquios sedientos de material existencia.
Porque eso somos desde que no estás. Somos abstracción pura en frágiles y vacíos tiestos. Somos papeles viejos y ajados, mojados con la lluvia de la soledad y la tristeza, cuyo contenido se borró.
A veces la luna me consuela, porque en su pálida y celestial figura creo reconocer tu luz y tu color… De a ratos el eco de tu risa se me figura extraña Mona Lisa, entre los pliegues de la sábana y el colchón.
Cuánta locura derramada entre los vasos de tequila y ron. Cuánta inocencia se tiró por el balcón, cuando estuvimos juntos tú y yo. Pero todo ya pasó, y solo queda de tí como huella la ausencia.
Tu ausencia, que se nota en mis camisas arrugadas y la mugre del pantalón. Tu ausencia que se pasea desafiante frente al televisor, y se enjuga con mis lágrimas tanta crispación.
Soy como la guitarra en abstinencia de melodías. Como un almanaque cansado de ver pasar los días. Soy tu media naranja hecha limón de tanta amargura.