-Mirá, te das cuenta de que madurás cuando te deja de parecer imposible que la gente sea falluta, que mienta, que traicione.
-O sea que madurar es volverse incrédulo –le replicó Adrián Ramírez a su padrino.
-No exactamente, pero sí realista. Asumir que el mundo no funciona como soñamos sino como el… bueno, como el mundo que nos toca.
-Con ese criterio no me puedo poner de novio porque no puedo empezar algo con alguien si desconfío de esa persona.
-Desde luego que no podés empezar un negocio si no conocés a tu socio. De eso trata un noviazgo, de ir conociendo al otro para ver si es alguien con quien se puede armar algo.
A los dos minutos, Adrián Ramírez volvió de cambiarle la yerba al mate. Lo cebó en silencio.
-¿Qué pasa?
-No sé, hablar del noviazgo como de un negocio no me cierra.
-Está bien, si querés pensá en un noviazgo como vacaciones junto a alguien; ¿irías en un auto con un tipo que no baja de 180? ¿Harías planes si al tipo le parece cara una excursión de cinco pesos? -Obvio que no.
-¿Entonces qué apuro tenés de subirte al auto? Y no me digas que no me entendés…
Adrián sonrió, recibió el mate, se levantó, cerró la puerta y se fue a la cancha con su padrino.