13/8/10

Crónicas de una confusa vida

Por Vale Caballero

En honor a vos, guerrero contrincante de mi racionalidad...

Otra vez me atacan por la espalda los sentimientos de desánimo. Como bacterias hambrientas siento que carcomen mi sistema inmunológico hasta hacerse eco en esas partes más intangibles de mi ser.

Esos resquicios que uno nunca sabe dónde se encuentran con precisión pero que sin embargo están ahí dentro, haciéndose presentes como ningún otro integrante del organismo...

Otra vez me sobreviene la angustia; galopante y desafiante viene en mi búsqueda a cobrarme las deudas pendientes que algún día generé y que jamás pude pagarle por no saber cómo y con qué...

Se acerca, sin compasión alguna, a mirarme fijamente a los ojos y a hablar con el lenguaje que solo ella conoce y que todo aquel que escucha no puede evitar asemejar al del acecho de una ráfaga de frío polar, que recorre la médula hasta dejarla sin defensa.

En un momento de lucidez alcanzo a visualizar los ojos de esa destructora de quimeras y observo en ellos un halo de ímpetu aniquilador y un vacío que es capaz de pulverizar cualquier energía que movilice mis huesos y le dé motivación a mi latir.

Me pregunto qué antídoto es posible encontrar para erradicar sus efectos y salvarme así de una existencia banal; pero no puedo extraviar la mirada hacia un sentido que actúe como paño frío sobre esta herida que sangra a borbotones y empaña el camino a seguir...

Me pregunto una y otra vez por qué no me deja en paz de una vez y continúa su camino, pero inmediatamente me doy cuenta de que su energía no tiene caminos ni misiones personales porque como un parásito, ella se alimenta de mis miedos y más profundas desconfianzas.

Vuelvo a observar su figura y alcanzo a ver que sus vestiduras están rasgadas; sin embargo no alcanzo a visualizar nítidamente su desnudez porque debajo de las rasgaduras hay parches y remiendos, los mismos simuladores que les inyecta a sus víctimas como coartada perfecta...

Nadie puede sentir su sutil presencia, solo los retazos de mi alma y yo podemos intuir su silenciosa compañía con ferviente intensidad. Saborearla, olerla y husmearla hasta el último rincón, como se explora a un amante hasta quedar empalagado...

Nadie puede verte. Actúas con astucia porque te metes en mi sombra y te diseminas en mi aura...

Me hago inmune; pero tarde o temprano mi alma y yo sabemos que vendrás a interrogarnos hasta desfallecer.

Vendrás a acunarnos con pesadillas del pasado y puertas con candados que no puedo abrir, vendrás inquisidoramente y no sé qué responderé...

Me quedo en silencio, recuerdo tus labios, tus manos y la energía que moviliza tu locura.

Le inyecto a mi imaginación un poco de tu sentimentalismo y a ese fetiche lo fusiono con la imagen de las brasas de mi piel que arden incadescentemente frente a vos...

Me pregunto una vez más qué hay en vos que siento mío, que sobrevive en vos y en mí al unísono...

Me pregunto una y otra vez porque mi mente reproduce sin cansancio tu presencia, los “no sé” ganan siempre la partida...

A lo lejos, una voz reverberante me avisa a los gritos que ya es hora de dormir y por hoy ya no hay permisos para interrogar.

El ocaso llega presuroso y yo sigo sentada frente a mis restos, sin respuestas... Pero no queda otra que obedecer a aquella voz entrañable que con tono imperativo me advierte que ya ha comenzado el toque de queda.

Por hoy ya he desnudado frente al espejo demasiadas incertidumbres...


(Fue una ráfaga, como tantas…)