Renunciemos, por favor
Renunciemos a comprar la mala sangre que venden los canales de noticias.
Renunciemos a la ansiedad, que separa más que los destierros.
Renunciemos al miedo a improvisar.
Renunciemos a la corrección, esa enemiga de la brillantez.
Renunciemos a creer que son veinte, y no uno, los crímenes diariamente repetidos.
Renunciemos a suponer que nada malo ocurre.
Renunciemos a dar por seguro que quienes ocupan cargos altos no cometen bajezas.
Renunciemos a las frases hechas.
Renunciemos a interrumpir conversaciones.
Renunciemos a pensar que si no sufrimos somos mala gente.
Renunciemos a andar con ropa prestada.
Renunciemos a posponer la felicidad.