14/6/11

El día que casi no fui
Por Martín Búfali

Fue justo en ese momento en que uno comienza a hacerse preguntas a las que nunca les encuentra respuesta. Lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Me lamentaba por mis penas y con un llanto poco varonil tiraba a la basura algunos inútiles recuerdos. Le pregunté una y otra vez al Señor dónde estaba, y ante la negativa, blasfemé hasta que una luz iluminó mi rostro. Alguien que no puedo recordar cómo era, me preguntó “¿Qué necesitas, Benjamín? Dime todo de una vez y concederé todos tus deseos”. No podía creerlo, eso solo pasa en los cuentos, en las ficticias historias de lámparas y aladinos, pero era tan real, tan pero tan real, que entendí que lo era.
Cansado entre mi llanto y admiración, lo miré no sé cómo y le dije: “Estoy cansado, quiero ser diferente, no quiero hacerme más problemas por esas personas que me hacen mal, quiero dejar de sufrir por amor, de enamorarme tan rápidamente, de enojarme con los demás. Necesito un cuerpo bonito, dame unos ojos verdes que no los tenga nadie en el universo, lléname de karma pasional que no quiero nunca más luchar por una mujer, quiero que se entreguen a mis pies. Dame talento, quiero ser un gran deportista que haga mucho dinero. Eso quiero! Todo el dinero que se pueda tener, con eso me es suficiente, Señor” … Pasaron unos minutos y él, aun encandilándome me preguntó “¿Y me quieres decir que hago con Benjamín?”