25/9/12

Necio bocón

La cabeza de Ricardo Caruso Lombardi quedó al descubierto. No es que se haya quitado un peluquín o se haya sacado una gorra. Bastó con que volviera a hablar... segundos después de la vez anterior.
Las palabras suelen mostrar a cada uno como es. Chistes al margen -como en las dietas, los permitidos son saludables-, lo dicho en serio nos revela con precisión.
Después de desubicarse, una persona humilde se disculpa. Alguien soberbio, a quien le cuesta reparar aun en sus errores inmensos, encuentra siempre una excusa.
En el suplemento deportivo de La Nación se lee que para el entrenador de San Lorenzo "hay un periodista al que habría que pisar con un auto". Lejos estuvo de decir "perdón por este ataque a la libertad de prensa" (ahorró en hipocresía). Tampoco se le ocurrió lamentar su apología a la violencia. El remate de tanta zoncera fue: "Yo no di nombres de ningún periodista, así que no me hago cargo".
Con su lógica, alguien que desprecie a un colectivo debe seguir como si tal cosa. Disculpas hay que pedir cuando la agresión tiene nombre y apellido, no cuando es contra un grupo fuere étnico, religioso, profesional o de otra índole.
Los machistas de la cuadra, que gustan de la frase "las mujeres son inferiores", están de parabienes. Según Caruso, al volver a casa y ver a la patrona no tendrán que pedir perdón.
Peligro: palabras violentas y estupidez se dan la mano.