11/5/18

Pasión de sábado
Ante el descenso que amagaba consumarse tres fechas antes del final de la temporada, fanáticos de Quilmes del face Pasión Cervecera sentían que era tiempo de construir una localía apremiante para sus rivales y no precisamente por cantar fuerte y en masa.
Levante la mano el hincha de un equipo cuya tribuna jamás haya entonado "¡tomala vos/ damela a mí/ vamo' a matar un referí!", estribillo que precede en décadas el hábito de poner varios signos de admiración por vez.
¿Cuál será el sabor del encuentro con ese triunfo?
La inconsciencia es un aderezo sabroso, no necesariamente saludable.

Como sea
"Toda la gente dice que no comprende/ esa pasión que siento yo por vos". Así empieza una de las canciones de varias hinchadas del fútbol de ascenso.
La pasión, como las mamushkas, muestra mucho menos de lo que oculta. En su nombre y el del amor por el equipo, hinchas de un equipo (ejemplo: de Nueva Chicago, en sentimiento verde y negro) reclaman a la dirigencia que soborne a los jugadores de Ferro, rival de la última fecha, para no irse al descenso.
Chicago gana 1 a 0 y se queda en el Nacional B. ¿Sus hinchas también mantuvieron la categoría?

De armas tomar
Juan Bava, exárbitro, recuerda en la revista Un Caño que le tocó dirigir en la Medellín del narcotraficante Pablo Escobar. Las intrusiones en los hoteles de referís y rivales eran comunes y con ametralladoras. Así se entiende la diferencia según donde se jugara: 0-0 con Danubio en Montevideo por la semifinal de ida, victoria de Nacional de Medellín por 6-0 de local en la copa Libertadores de 1989.
La pasión por el triunfo, asumida por un líder criminal, justificaba atemorizar e incluso matar.
"¡Esta noche, cueste lo que cueste/ esta noche tenemos que ganar!", es un imperativo tribunero. Mata o lesiona, según lo ejecute un narco o un futbolista educado en el triunfo a toda costa. Si no, que lo diga Franco Navarro, delantero peruano al que sacó de la cancha con una patada incalificable Julián Camino, jugador de Estudiantes de La Plata que tenía claro que en el partido decisivo de la eliminatoria mundialista de México 1986 el adversario era un enemigo.