31/5/18

Entre normas, valores y anomia
En la clase de Formación para la Vida y el Trabajo de cuarto año del Colegio San Ignacio, ésta fue la consigna:
-Imagina que eres el dueño de un local bailable. Sabes que la norma estipula que la edad mínima de ingreso al lugar es 18 años. También conoces de buena fuente que es un hábito aprendido entre pares adolescentes entrar con un documento ajeno a falta de uno o dos años. Tus dos socios minoristas (cada uno tiene el 30 por ciento de las acciones) te sugieren dejarlos entrar sin mirar si coincide la foto del documento con la cara de su portador. Se basan en la importancia de acumular buenos ingresos, en especial dado que el contexto económico futuro acaso sea desfavorable. Agregan que, si se revisa mucho, los que esperan en la fila se impacientan y se van a otro boliche. ¿Cuál es tu decisión? Justifícala.
 Delfina Martini y Federico Tambone expresaron:

Debido a que la cultura de nuestro país tiene integrada en ella la costumbre de que adolescentes alrededor de 16 años comiencen a salir a boliches para mayores de 18 años, es complicada la decisión. Aun cuando hay prohibiciones contra esto, menores de edad siguen haciéndolo, y no creemos que es culpa de los menores quienes quieren divertirse, sino que la culpa es de los mayores, tanto los dueños de los boliches, los padres de los adolescentes y la seguridad del lugar. Claro que podríamos dejar entrar menores a nuestro boliche, ganaríamos más dinero y se volvería más popular el boliche ¿Pero qué pasa con los valores morales? ¿Es mejor hacer lo correcto o lo más beneficioso? Puede ser que por un tiempo lo mejor sea lo económicamente rentable, de esa forma conseguiremos buenos ingresos y podríamos progresar y prosperar ¿Pero qué pasa si ocurre un accidente y algún menor de edad es herido? No solo nos culparán a nosotros y a nuestra seguridad, sino que hablarán mal de nosotros y la gente parará de venir.
Es por esto, que yo opino que se debería revisar mejor quiénes están entrando en nuestro boliche...¿Pero cómo hacer esto? Por un lado, es verdad que si ponemos un control específico donde cada persona es detalladamente controlada, la fila de espera para ingresar al boliche se volvería larga y tediosa y la gente se iría. Podríamos buscar alguna forma de implantar un control social informal para que los menores tomaran conciencia en esto, pero lo más probable es que no lo hicieran, por lo que deberíamos optar a un control social formal, mediante seguridad de boliche mejorada y leyes implícitas. Si llegáramos a estar de acuerdo podríamos realizar un consenso con nuestros clientes, y la forma que presento para poder hacer esto es abrir otro boliche, especialmente para adolescentes entre 16 y 18. De esta forma, crearíamos un espacio donde ellos no tuvieran que preocuparse por si consiguen o no documento falso y no tendrán presión de sus pares donde los inciten a romper las normas y asistir a clubes para mayores de 18 años.