15/6/10

Patria eventual

Por Elena Moscone, alumna del Programa Educativo de Adultos Mayores

Pareciera que los colores celeste y blanco de nuestro símbolo patrio únicamente los recordamos en eventos deportivos. ¡Cuánta emoción! ¡Cuánta algarabía! Cientos de banderas, banderitas, banderines, gorros con forma de galera, de gorra, de arlequín, de gnomo, de cuernos. Camisetas con los mismos colores, a rayas. Globos de color cielo y de color níveo, carteles con impresiones. Todo se vende en la entrada del estadio.
Hay que prepararse, hay que festejar, ¿es que confundimos patria con deporte? Tal vez sentimiento más fuerte por nuestro país no se sintió jamás.
Allí estamos, unidos, festejando embanderados para lo que es crucial en nuestras vidas: el fútbol, verdadera pasión que nos despierta de una ciudadanía aletargada.
Pero también compartimos insultos, improperios, no precisamente al contrincante sino a nuestros jugadores, albicelestes. ¡Claro! Estamos unidos, pero ello no impide que nos enojemos, que vociferemos.
Para completar el cuadro, un humo celeste invade la cancha, más patriotas que nunca gritamos "¡Somos argentinos!".
Finaliza el juego, pensamos: estamos unidos, embanderados, pero con gran tristeza queda todo desparramado en la cancha, miles de banderas, banderitas, banderines, gorros, arlequines y globos hechos jirones, pisoteados. ¿Dónde queda la argentinidad?