31/10/11

Noche de ronda


Desvelarse es un verbo reflexivo que deriva de preocupaciones, ansiedad, excitación. El Curioso Impertinente pone una vívida narración al servicio del lector, que así tendrá algo más para recordar la próxima vez que el sueño lo esquive.

Más que al cansancio, le temo a la ansiedad, ésa que sobreviene cuando tengo muchas cosas juntas (como si la vida se diese por separado y de a una, ¡iluso, ilusa!), y me parece que me cercan para no poder resolverlas y entonces la madrugada se hace cómplice y los pensamientos se agolpan sin respeto justo cuando uno se levantó al baño en la oscuridad para no desvelarse, se vuelve a la cama dispuesto a conciliar el sueño pero éste se pone rebelde, díscolo y entonces llega el fantasma de la agenda de hojas llenas y uno quiere resolver su vida a las cinco de la matina, en la tiniebla, y se da vueltas para aquí para allá boca arriba boca abajo -lejos de las tácticas del Kama Sutra- y nada...la vida se hace un quilombo; después de mucho rumiar, inspirar espirar (casi expirar), buscar ese lugar soñado, escuchar el canto del río, contemplar mariposas, parafrasear oraciones y mantras, buscar dónde está la mente en blanco, aflojar brazos, manos, soltar los dedos de los pies que no entienden nada, volver a aquella conversación dolorosa con la que creíamos la mujer para siempre,… uno queda dormido solo por unos minutos porque en lo mejor del sueño, suena la puta alarma o la voz radial que te devuelve a la vigilia, aunque con el alivio de que volvió la luz y todo promete ser mejor.

El Curioso Impertinente

19/10/11

Veredas
Recorrido Letal

Por Luciana Macri, estudiante de Periodismo, Instituto Cervantes

A días de celebrar el Día de la Madre, fecha originada en la antigua Grecia para rendir honores a Rea, madre de Zeus, Poseidón y Hades, los riocuartenses se avalanchan sobre el centro comercial buscando el regalo materno. Transitar a pie es complejo. Y quienes tienen dificultades motrices, ya sea porque se trasladan en silla de ruedas o las personas mayores, padecen más aún este “tránsito pesado” de las angostas veredas de Río Cuarto. Sumado a esto, la población camina inmersa en su mundo sin tener en cuenta a quien está a su lado. Con esta sutil forma de discriminar al otro, a quien no logra seguir la corriente, y de no cuidarse a sí mismo se puede terminar tropezando y corriendo el riesgo de caer a la calle, donde muchos más lo seguirán ignorando.

Contraste étnico
De la misma autora

Somos únicos e irrepetibles. Muchas veces nos lo dijeron. ¿Será por eso que en ocasiones miramos al otro como inferior? Nos creemos en un escalón más arriba y ubicamos al diferente por debajo. Quien no tiene nuestro color de piel, posición socio-económica o nacionalidad es rotulado con un signo menos difícil de cambiar. Vemos al boliviano, peruano, paraguayo como aquel que le roba el trabajo al argentino mientras que al inmigrante europeo se lo recibe con los brazos abiertos y no se le cuestiona el motivo de su residencia. Olvidamos que fue ese mismo europeo quien robó las tierras al autóctono, cambió sus costumbres e hizo como si todo fuera normal. Discriminamos sin saber por qué, así esta preestablecido y no preguntamos, sólo discriminamos. Sería tiempo ya de que comprendiéramos la igualdad reclamada durante tantos años. ¿Qué ser superior somos para catalogar bien a unos, mal a otros? Nos adueñamos del territorio, “es nuestro país, ¿por qué tienen que venir?, que se queden en el suyo”, decimos. Pero la realidad es que no cuidamos aquello que tanto reclamamos como propio.
Desazón

La discriminación es un problema que algunos solucionan con un eufemismo: "derecho de admisión". Gabriel Magnoli, estudiante de Instituto Cervantes, mira, piensa y luego escribe para que la palabra no se olvide.

El tumulto de siempre, las largas colas, los apretujones, por ahí suena un piropo a una chica que pasa muy provocativa por el frente del pub mientras la gente espera ansiosa a entrar. El recinto está colmado, para que entre uno debe salir uno, pero en ese momento uno observa algo que llama la atención, ¿o no? Las personas no acceden por orden en la fila, sino que son escogidas a dedo por la seguridad del local. “Vos sí, vos no, pibe” se escucha y empiezan los insultos de la gente que no puede ingresar. Los seleccionados tienen las características de estar bien vestidos o tener cierto rostro. “La casa se reserva el derecho de admisión” reza un cartel pegado en la puerta del pub. Divertirse en algunos ámbitos no es para todos.

Salida trunca
Viernes, 01. 40. Vani, Estefania y Damaris están en la Plaza Roca sentadas en un banco hablando, riéndose y planeando hacia dónde ir. La idea es un pub que está a dos cuadras de la plaza por la calle Alvear. 1.45 de la madrugada. Las tres amigas ya están haciendo cola para ingresar al lugar que ya está casi lleno y la cola llega hasta mitad de cuadra. De repente, lo inesperado. Vani y Estefania ingresan pero Damaris, que viene detrás de ellas, no. La razón: ella es boliviana y sus rasgos la delatan. En la entrada le dicen lo mismo que a aquellos que no encajan con el perfil del lugar: “Es solo para clientes”. Muy diplomática y refinada forma de discriminar al distinto. Sus amigas ven esta situación y salen del lugar sin poder creer lo que están oyendo. Damaris tiene lágrimas en los ojos y una impotencia y tristeza que no se pueden medir ni explicar, no es la primera vez que le pasa. La noche para ella terminó…incluso antes de empezar.

17/10/11

Ignorar los discrimina

Evangelina Olivero, estudiante de Instituto Cervantes, asume que la descripción es poderosa y la pone al servicio de una sociedad que a menudo elige no ver.
Son las 13:30, línea uno rojo sin asientos disponibles. Próxima parada. Sube Juan, no vidente, y comienza a repartir estampitas diciendo “el precio lo pone usted”. Muchos voltearon la mirada simulando no haber escuchado, no haber visto.
Julia, que sí puede ver pero tiene discapacidad al caminar, se acerca a él y pone entre sus manos algunas monedas. Ella sabe lo que se siente ser observado e ignorado por ser diferente y también sabe que la discriminación, esa diferenciación ilegítima ya sea por raza, religión, clase social u otros motivos, debiera cambiar por solidaridad.
Seleccionar excluyendo es discriminar y una de las formas para acabar con ello es ponerse en el lugar del otro y sumarlo a la sociedad. No contribuir a eliminarlo.

Hacerse como pequeños
De la misma autora

La primavera llegó tímidamente, miles de nuevos brotes dan vida a los árboles, la brisa ya cambió de aroma, pero nadie se percató aún. Tampoco nadie percibió a esa señora que espera en su silla de ruedas que alguien le ayude a cruzar la calle para subir a la placita. Ella sí quiere disfrutar de los nuevos brotes, del sol, de la suave brisa.
Los mayores pasan y la miran pero sólo un grupito de niños la ve, la suben a la plaza como si fuese uno de ellos y recién después siguen su camino.
A veces hay que hacerse como niños para ver a los demás como iguales.
Una pequeña gran diferencia
Por Florencia Bringas, sexto año, IPEM 252, Río de los Sauces

La consigna era: a) Pensar en las diferencias entre aprobar y aprender. b) Escribir un texto análogo a la historia de un estudiante que dedicó su conocimiento a socorrer a los desposeídos. c) Redactar un material sobre actos patrios.
Lucas y Juan son estudiantes del segundo año en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba. Lucas es salteño y Juan, catamarqueño.
Ellos, además de compartir las cátedras de la facultad, son compañeros de habitación en una residencia estudiantil.
En época de exámenes y entregas de trabajos, no les alcanza el tiempo como para tomar un descanso. Claro, eso para Juan, a quien su familia ha educado de una forma totalmente distinta a la de Lucas. Le ha recomendado terminar sus estudios en el tiempo estipulado, y que haga el mayor esfuerzo para conseguir las mejores notas.
En cambio, la familia de Lucas con que solo apruebe se conforma, total va a recibir el título igual.
Aproximándose la fecha de tres exámenes finales, Juan y Lucas pactaron juntarse para sacarse algunas dudas con respecto a los temas a estudiar.
Como siempre, muy puntual y responsable, Juan a las 19 ya estaba en la sala de estudios de la residencia donde viven. Pasados veinte minutos recibe un mensaje de Lucas, el cual pedía disculpas por no poder ir, ya que se encontraba en una cafetería con unos amigos que lo vinieron a visitar.
Acostumbrado a vivir esta situación, Juan se pone a estudiar.
Es el día del primer final, los dos se encuentran en los pasillos de la facultad y deciden entrar juntos a rendir. Sentados uno al lado del otro y en horario indicado, empieza el examen. Para sorpresa de Juan, su compañero resolvió todas las consignas sin dificultad. Una vez finalizado el tiempo, entregan los exámenes y se dirigen a la residencia.
Mientras toman algo fresco en la cocina, Juan le pregunta a Lucas cómo logró completar el examen habiendo estudiado pocas horas, a lo que contestó que era suficiente el tiempo dedicado.
Al recibir sus calificaciones ve que ambos aprobaron, pero con una gran diferencia, si dentro de un mes le preguntas a Juan sobre lo que rindió lo sabe responder, Lucas no y los dos van a recibir el mismo título. Después de todo da igual.

Con constancia se puede
Con constancia se puede. Este adolescente que comienza su vida universitaria tiene el privilegio de ser constante.
Con ánimos de superarse a sí mismo nunca se dio por vencido. Eligió la carrera de Medicina y no solo se quedaría con eso, iría por más. ¿Será un conformista?
Con condiciones no tan favorables debido al contexto, lo único que deseaba era llegar a su meta. Esfuerzo. Vivía en una pequeña ciudad de Centroamérica, donde el calor infernal aplacaba todo ánimo de empezar los días tranquilo, relajado.
Tras recibirse como médico generalista, decide empezar la especialidad en cardiología. Elige este campo de la medicina por el aumento de problemas cardíacos en el mundo.
Al terminar la carrera en un tiempo menor al estipulado, quiere ejercer su profesión en Africa. Ve claramente que es uno de los lugares menos apoyados del mundo. Soportando las pestes, las pésimas condiciones, él se encuentra feliz porque está cumpliendo con su objetivo.

Un hombre evoca una guerra
Juanjo, acabo de venir de la casa del padre de Joaquín, obviamente tenía que ir porque me dijo que si yo lo quería debía estar presente el día en que a su papá le rendían un homenaje especial por ser excombatiente en las Malvinas. El estaba orgulloso por su papá y quería compartirlo con su familia y conmigo.
Era un revuelo en el pueblo de donde era su papá, allá fuimos todos.
Nos recibieron con banderines, cuando íbamos llegando a la plaza nos tiraban papelitos celestes y blancos; la verdad, me emocioné.
Joaquín me apretaba fuerte la mano y no dejaba de mirar a su papá, que respiraba tranquilo, pausado, se fue vestido con su uniforme que todos los años usaba para la fecha y lo cuidaba muy bien.
Nos dieron una ubicación en el palco y subimos con toda la familia. Cantamos el Himno y luego de unas palabras del intendente se descubrió una escultura de un soldado flameando la bandera argentina.
El papá de Joaquín se emocionó muchísimo, enseguida se repuso, respiró hondo y luego el intendente lo invitó a decir unas palabras. Hubo unos segundos de silencio expectante y el excombatiente miró al cielo, luego a su familia, se acercó al micrófono y contó que él era muy joven cuando fue a esa guerra, que perdió muchos amigos y compañeros, que por el momento quería que todo eso solo fuera una pesadilla, pero no lo fue. El hasta hoy sigue teniendo pesadillas, pero gracias a su familia vuelve a la realidad, esa realidad llena de paz en este país.
Dijo que no le importa que lo llamasen antipatriótico o lo que fuere por lo que estaba diciendo, que antes de querer juzgar sus dichos fueran ellos en las condiciones que había en 1982 al luchar contra Inglaterra, la tan famosa y no exageradamente llamada “flota invencible”.
En un impulso de Joaquín, sus hermanos, su mamá y yo, que los seguía, fuimos corriendo a darle un fuerte abrazo a ese hombre con honor, coraje y con “las botas bien puestas”.
Libre pensamiento en el periodismo
Asado con cuero

Es más fácil pensar bien que actuar bien”, le decía Adrián Ramírez a su amiga Julieta. Ella lo sabía, sólo que se resistía a que así funcionara el mundo. “Y no me digas que cuando crezca lo voy a entender porque no pienso cambiar”, le replicaba.
A Julieta la envalentonaba leer notas de periodistas famosos que defendían la libertad de prensa y criticaban a cuanto gobierno la vulnerase. Salía de esos textos con ganas de redactar cartas de lectores. Lo hacía. Las enviaba aquí y allá. Le publicaban algunas.
Comprendía entonces por qué los periodistas opositores estaban en unos medios y los afines al gobierno, en otros.
Ramírez se acordaba de Julio Ramos, quien durante una entrevista declaró aproximadamente: “Para el país, democracia; para el diario, dictadura”. El dueño de Ambito Financiero admitía divergencias siempre que anduvieran bien cerca de sus ideas.
“Como Ramos era un hombre de decisiones duras”, le contaba Ramírez a Julieta, “era capaz de quedarse en la redacción del diario después de recibir la amenaza de una bomba. Tenía un semáforo en la redacción y era un empresario que no había olvidado que el periodismo se hace escribiendo, de allí que si los empleados no tenían listas las notas cuando la luz estaba en rojo, él mismo se sentaba a completarlas”. “Como ves –agregaba-, la sutileza le importaba menos que los resultados, de allí que tuviera el coraje de explicitar el verticalismo que imponen todos los que administran medios comerciales o estatales”. “¿Y sabés qué? Prefiero los tipos como Ramos a aquellos que se enjuagan la boca hablando de libertad de prensa cuando son oposición y la transforman en propaganda cuando asumen el Poder Ejecutivo”.
-Insisto, no puede ser que a nadie le guste la idea de la libertad de prensa.
-Juli, a mí me gustan las papas fritas, pero no me conviene comerlas.
-Pero si está lleno de ejemplos, tanto en el siglo 20 como ahora, de gobiernos que ganaron elecciones con los principales diarios en contra.
-Tenés razón, pero eso no quita un hecho: ¿conocés a alguien al que le guste pagar para que le saquen el cuero?
Pendiente
Ya pasaste por los canales de siempre. Prendiste la radio. Encontraste “Alguien en el mundo piensa en mí” y le agradeciste a Charly García y su banda. Te causó gracia eso de “soy un amable traidor”. Te quedaste en esa emisora donde la música reina.
Veinte minutos después te seguís mordisqueando las uñas.
Cambiaste el contexto, pero seguís sin tomar la decisión.


Linda causa
Te volviste a acordar de Héctor Alterio en “La Tregua”. De esa escena en un café en la que Ana María Picchio le pide que defina qué entiende por estar enamorado. De cómo él pasa de la incomodidad al entusiasmo a medida que avanza en la lista de indicadores de sus sentimientos. Era algo así como “sé que la rutina la aburre a muerte, que cruza la pierna derecha sobre la izquierda”.
Te volviste a acordar. Y ya sabés por qué y por quién.

12/10/11

Testigo de diálogos necesarios

-No le digas que te avisé.
-No me pidas que guarde un secreto.
-¿Cuándo vas a madurar?
-El día que me dejes de pedir chiquilinadas.
La conversación siguió alejándose, de modo que Adrián Ramírez se quedó sin saber el desenlace. Supuso que se trataba de una amistad de larga data y que hablaban de un tercero con el que ambos tenían trato, no confianza. Imaginó que la discusión seguiría subiendo de tono.

-Mirá, las cosas se hacen como yo digo. Acá las puertas están abiertas, no sé si me entendés.
“Se ve que entendió”, intuyó al escuchar un portazo, tras lo cual alguien salió diciendo: “¡¿Quién se cree que es: el rey de Bélgica?!”.

-Relajate, ¿por qué te cuesta tanto?
Adrián Ramírez estuvo a punto de contestar del otro lado de la ventana.
-No se trata de reemplazar sino de sumar; a la responsabilidad sumale relajación.
Crecieron sus ganas de replicar a la comprensiva voz.
-A vos te gustan Los Redondos. Una canción dice “a nadie le amarga un dulce”. Ya que te ponés las pilas fácil, ponételas para relajarte, te va a hacer bien.
Cerró los ojos, sintió ganas de tocar el timbre, de decirle a la mujer que sin querer la había escuchado y que le agradecía por esas palabras.
Levantó la vista y notó que se acercaba el colectivo que lo llevaba a la oficina.
Aburrido entre computadoras y compañeros, entretenido a la media hora, pensó que a lo mejor su destino era la soledad.  

11/10/11

Miedos y arrojos consecutivos

Harta de que le pidieran que en su materia integrase otras, la profesora de Teatro dijo a sus alumnos:
"Tienen que redactar sendos diálogos con estas condiciones:
a) Las frases deben empezar con letras sucesivas desde la A y su extensión ha de decrecer desde 18 palabras hasta el primer número par de los naturales, pasando por todos los números consecutivos pares.
b) Habrá tantas oraciones como números consecutivos impares naturales hasta el 17 inclusive. La primera comenzará con J y la última, con R. Para que vean que soy buena, la Ñ queda exceptuada. Para que vean que no lo soy tanto, tienen que usar la K para iniciar una de las frases.
En veinte minutos entreguen los materiales. Ejercicio individual. Temas sugeridos: Toma de decisiones, miedos, cambios. Nada más. Gracias".

Esto puso Julieta sobre el escritorio cuando la docente reclamaba "entreguen" por segunda vez.

-Acá hay que darles permiso a los sueños, no te digo que obrés sin medir consecuencias, ¿se entiende?
-Bienvenidos los sueños, pero ya no soy un nene; mis decisiones pueden dañar mucho, requieren meditación.
-Cuando trabajás, a veces elegís dejar de lado tus propias buenas ideas.
-De cualquier manera, un error en mi trabajo es leve, es distinto.
-Entiendo: si te pagaran también serías indiferente con tu pareja.
Falta que me compares con el peor tirano!
-Ganale al miedo, decíselo: la querés.
-Hablás porque estás afuera.
-Insisto, arriesgá.

-¿Julieta?
-Kili, ¿qué hacés?
-Llamaba, nada, eh, ¿todo bien?
-Me querés decir algo, decilo sin miedo.
-No hace falta, vos te das cuenta de todo.
-O hablás o corto; somos grandes y paciencia no me sobra.
-Pará, ponete en mi lugar, mi historia, mi formato, mis restricciones, mis miedos.
-Quieras o no, tenés que elegir: te justificás y envejecés solo o cambiás.
-Resulta fácil elegir cuando alguien como vos pone las cosas así de claras; ¿te parece que probemos?

5/10/11

Botones, exitosos, simplismos y valores
Por Elena Faricelli, estudiante del Programa Educativo de Adultos Mayores

La vida cotidiana se complica cuando se rompe una máquina destinada a simplificarla. Todo comienza cuando entra una amiga a un bar y me cuenta que no pudo tomarse un café porque la máquina registradora no funcionaba. Era una pantalla táctil con casillas determinadas para cada consumición, y se había estropeado. Entonces le pidió al mozo que le cobrara. Lo vio muy simple. Pero el mozo le respondió que era imposible. Tenía que marcarlo antes. Sus jefes no le dejaban hacer otra cosa hasta que la máquina funcionase. Pensó que eso no podía pasarle a ella, no estaba previsto.
Mientras se alejó del lugar pensó cómo nos gusta apretar un botón y tener la vida resuelta. O en el amigo que me contaba que en un viaje había perdido su teléfono móvil y con el toda su agenda y al preguntarle por qué no tenía una libreta de teléfonos anotados, como yo me tildó de antigua.
Nadie nos obligaba. Pero hasta los más renuentes hemos aceptado las reglas de esta espiral. Nunca fuimos tan vulnerables como hoy. Hemos olvidado, porque nos conviene, que cada invento confortable tiene su accidente específico, cada Titanic su iceberg.
Dice Adam Gopnik, escritor y ensayista estadounidense, que en esta época tecnológica y automatizada hay quienes sostienen que nos encontramos en las orillas de una nueva utopía, la denominan “nunca mejor”, porque entienden que avanzamos hacia un mundo en el que la información será libre y democrática y las noticias surgirán desde la base hacia la superficie. Otros cuya actitud define como “mejor nunca”, son quienes, por el contrario, creen que estaríamos mucho mejor si todo esto nunca hubiera sucedido, que el mundo que agoniza es muy superior al que lo está reemplazando ante nuestros ojos. Finalmente están quienes consideran que “siempre fue así”, ya que en toda modernidad la aparición de una nueva manera de organizar la información y de vincular a sus usuarios siempre ha entusiasmado a unos y atemorizado a otros. Esa característica es, precisamente, la responsable de que un momento determinado de la historia pueda ser considerado como moderno.
El británico John Gray, filósofo, historiador, economista y profesor de Oxford y Harvard. Habla en sus trabajos “Contra el progreso y otras ilusiones” que el siglo XX, el de los más asombrosos avances tecnológicos, muestra que los seres humanos no emplean el poder de la ciencia para crear un mundo nuevo, sino para reproducir el viejo aunque a menudo con formas novedosamente espantosas. La vida no mejora por una simple acumulación de adelantos y conocimientos, sostiene Gray. Si eso no se acompaña con un avance social, moral y ético.

Modelo del desarme
¿Qué es ser exitoso? Según el parámetro actual tenemos algunos modelos de personas exitosas, como lo puede ser el conductor del programa televisivo Showmatch: Marcelo Tinelli, ya que tiene el máximo puntaje de rating. La formula básica es clara, entretener, distender de las preocupaciones de la vida, hacer vivir una ilusión. Tiene el programa alguno de los condimentos del antiguo circo romano: 1) el teatro 2) el anfiteatro 3) el circo. Si nos ceñimos a estas categorías, Showmatch no sería ni un teatro ni un anfiteatro pero si tiene el circo. Ya que la lógica de este es la representación bélica, la lógica guerrera puesta en escena. El programa construye la ilusión de que todos podemos entrar, pero excluye a algunos. El circo, el espacio destinado a entretener, es algo constante en la historia de la humanidad. No es grave que exista. Tinelli es más una consecuencia que una causa. El nos muestra con su amplia sonrisa la alegría, el permanecer impávido ante las peleas de las que él nunca participa.
Una suerte de darwinismo social determina que solo sean exitosos los que ganen, los más fuertes, los que lleguen antes, ya que según se amenaza, no hay lugar para todo.
¿Qué es el éxito? No es la fama, ni el prestigio ni la reputación. Hay gente famosa por los peores motivos. Hay quienes no se fijan en medios para adquirir reputación o algo que se le parezca.
Si el fin justifica los medios, todo vale. Y si el éxito (confundido con fama, notoriedad o popularidad) es un fin quien lo persiga, posiblemente deje los escrúpulos a un lado. Mucho prestigio suele esfumarse en cuanto se apagan los reflectores y se descubre que la conducta del prestigioso no tiene bases éticas firmes.

Feliz distinción
Albert Einstein dijo alguna vez: “Intenta no volverte un hombre de éxito, sino convertirte en un hombre de valor”. Al final del camino, un hombre de valor podrá decir, con fundamento, que tuvo una vida exitosa.
Y nada tendrán que ver los espacios mediáticos ocupados, la fortuna acumulada, ni los ratings. Si nos guiamos por la concepción más banal de éxito, veremos que hay ladrones, corruptos, mentirosos y manipuladores muy exitosos en lo suyo. Pero Einstein no hablaba de ellos.

Cruce
El médico y filósofo Viktor Frankl sostenía que la trayectoria de una vida puede evaluarse sobre una línea horizontal, en uno de cuyos extremos está el éxito y en otro el fracaso. Cuanto más se acerque al primer extremo, esa vida será considerada como exitosa, según lo que se entienda por éxito, y mientras se aproxime al segundo punto será vista como fracasada. Para muchos basta con esa única vara, pero Frankl proponía cruzar sobre ella otra línea, vertical, que en la punta inferior tiene al vacio y en la superior al sentido. Habría que valorar cualquier existencia considerando simultáneamente ambas trazas. Se vería entonces que muchas vidas fracasadas según los parámetros dominantes acerca del éxito, están plenas de sentido. Y muchas vidas supuestamente exitosas se hunden, vacías de sentido, en una tremenda angustia existencial. La misma situación es también frecuente en personas menos famosas o mediáticas, pero no menos exitosas en sus ámbitos habituales.
Alguien que ha logrado realizar su vocación y se siente afectivamente pleno, pero no es famoso ni popular ni tiene cuantiosos bienes para lucir, podría ser un fracasado para quienes se guían por la línea éxito-fracaso, aunque alcanzaría la cima si se lo valora en la polaridad sentido-vacio. En definitiva se trata de los valores morales que sostienen la vida de cada quien, de la manera en que estos se convierten en acciones y de la responsabilidad con que alguien asume su propio derrotero, sin culpar a otros ni valerse de ellos.
El ensayista y poeta Ralph Emerson sostenía que “el éxito consiste en obtener lo que se desea y la felicidad en disfrutar lo que se obtiene”. Este pensador no hablaba del deseo en términos de impulso caprichoso. En su frase, el valor de obtener lo que se desea, puede ser entendido como el logro de un propósito, de una meta existencial que nos lleve mas allá de una simple vida limitada a comer, dormir, trabajar, consumir y pasarla bien. Esto es algo muy diferente de los cinco minutos de fama, de poder o de auge monetario, que, mas allá de lo que duren, serán siempre cinco minutos en el reloj que de verdad cuenta. Las vidas más exitosas no son siempre las más conocidas. Y eso es parte de su éxito.
¿Cómo crecer en la amenaza? En un escenario así no se permite perder tiempo y los chicos son forzados a armarse de conocimientos, habilidades y especialidades cuanto antes. Es curioso que se diga “armarse” de conocimientos, no nutrirse. Se los prepara para una competición, para una lucha en la que a menudo, muchos padres suelen rivalizar entre sí para ver quién tiene un hijo más exitoso. ¿Y si educar consistiera en transmitir valores para la cooperación antes que para la lucha para un mundo esperanzador y no amenazador? Esa generación corre el riesgo de que se la prepare para patinar levemente sobre la superficie de la vida y no para experimentarla de una manera única, profunda, intransferible y trascendente.
Los ciudadanos de hoy poseen nuevas herramientas para juzgar a los medios: tienen más años de estudio que la generación de sus padres y cuentan con una tecnología inimaginable a comienzo de los años 90.

Vital gratitud
Aprovechemos y hagamos resurgir esos conocimientos para una vida en la que no todo sea “pasar el tiempo” o “habrá tiempo para educar”. El momento es ya, no lo dejemos ir. Para finalizar, un homenaje a los verdaderos exitosos, los que día a día hacen la patria, en sus quehaceres cotidianos nunca valorados pero que sirven para construir una sociedad más vivible. Es a las amas de casa, que con tanto empeño piensan en la comida que harán, lo que plancharán, lo que limpiarán, realizando todo por el amor a su familia. Cada miembro sabe que luego de la jornada lo espera la calidez de un hogar que, sin la presencia del ama de casa, sería imposible. A los maestros que pregonan la tolerancia a sabiendas que los padres de sus alumnos podrían ser discriminadores. y a un sinnúmero de personas que, desde el anonimato, contribuyen al bienestar general, solo por la dignidad de ser habitantes de este planeta.