Idioma amistad
"¡Vai, Ju Cesar! ¡Vai, Ju Cesar!". Lo gritaba un brasileño, que llevaba una camiseta de su selección con el 5 en la espalda, antes de cada penal en la definición frente a Chile por octavos de final del Mundial.
La rubia atlética que lo acompañaba ya no se encorvaba frente al televisor en las jugadas de peligro. Ya no miraba el partido en silencio. Ya no levantaba la rodilla derecha ante las frustraciones. De pie, ante las atajadas de Julio César y los goles de David Luiz, Marcelo y Neymar, saltaba en la planta alta del restorán como para poner a prueba la solidez del piso.
En la mesa de al lado, confiados pese a las eliminaciones en Francia '98 y Sudáfrica 2010 a manos de Brasil, había dos chilenos. Uno le había ofrecido al brasileño un cuchillo "para hacerte el harakiri" por gritar el gol que le anularon a Hulk y que hubiera sido el 2-1. En los entretiempos del partido y el alargue bajaba a estirar las piernas y salía a fumar en la vereda. El otro seguía sentado en silencio.
El mozo de pelo crespo dio dos pronósticos y los acertó: Willian "lo tira afuera, está todo cagado" y Jara "mete un golazo o lo tira afuera". "Es que yo jugué al fútbol, no llegué a primera pero jugué, llegué a la tercera en Laferrere. En el barrio no me pasaba nadie".
Las chicas brasileñas de mesas más allá vinieron a abrazarse con sus compatriotas, con quienes no habían conversado.
El hombre que alentaba a Julio Cesar le dio la mano al chileno que miró a los argentinos y dijo: "Nadar tanto y morir en la orilla...". Atrás habían quedado su esperanzada frase "la tercera es la vencida" y la resignada "si no le ganamos ahora, no le ganamos más".
Su compatriota, que mantuvo el silencio, se unió en el apretón de manos que se dieron con los brasileños con el cabildo de fondo.
"¡Vai, Ju Cesar! ¡Vai, Ju Cesar!". Lo gritaba un brasileño, que llevaba una camiseta de su selección con el 5 en la espalda, antes de cada penal en la definición frente a Chile por octavos de final del Mundial.
La rubia atlética que lo acompañaba ya no se encorvaba frente al televisor en las jugadas de peligro. Ya no miraba el partido en silencio. Ya no levantaba la rodilla derecha ante las frustraciones. De pie, ante las atajadas de Julio César y los goles de David Luiz, Marcelo y Neymar, saltaba en la planta alta del restorán como para poner a prueba la solidez del piso.
En la mesa de al lado, confiados pese a las eliminaciones en Francia '98 y Sudáfrica 2010 a manos de Brasil, había dos chilenos. Uno le había ofrecido al brasileño un cuchillo "para hacerte el harakiri" por gritar el gol que le anularon a Hulk y que hubiera sido el 2-1. En los entretiempos del partido y el alargue bajaba a estirar las piernas y salía a fumar en la vereda. El otro seguía sentado en silencio.
El mozo de pelo crespo dio dos pronósticos y los acertó: Willian "lo tira afuera, está todo cagado" y Jara "mete un golazo o lo tira afuera". "Es que yo jugué al fútbol, no llegué a primera pero jugué, llegué a la tercera en Laferrere. En el barrio no me pasaba nadie".
Las chicas brasileñas de mesas más allá vinieron a abrazarse con sus compatriotas, con quienes no habían conversado.
El hombre que alentaba a Julio Cesar le dio la mano al chileno que miró a los argentinos y dijo: "Nadar tanto y morir en la orilla...". Atrás habían quedado su esperanzada frase "la tercera es la vencida" y la resignada "si no le ganamos ahora, no le ganamos más".
Su compatriota, que mantuvo el silencio, se unió en el apretón de manos que se dieron con los brasileños con el cabildo de fondo.