Un nuevo integrante
Por Julieta Gigena
Acá estoy mis queridos compañeros, sentada al lado de
la estufa, en la mesa una hoja esperando a ser escrita, una lapicera
ansiosa por relatar en ese papel todo lo que le conté y un té calentito
que me pide a gritos que lo tome.
Desde hace varios días, más
precisamente, una semana atrás tengo la necesidad de contarles un
secreto y no encontraba la forma. Ahora me siento como si mi profesor de
lengua me hubiese pedido, para hoy, escribir un texto de treinta
renglones sin contar el título ni el renglón que dejé para separarlo del
relato y con algunas condiciones incluidas. Por suerte no es así.
Eran
las cinco y media de la madrugada de hoy, una madrugada que quería
quedarse a dormir. Cuando todos estaban soñando vaya a saber qué cosa,
cuando el frío congelaba la ventana de mi dormitorio y desde la puerta
se podía ver la luz del fuego de la estufa hogar calentando la casa,
ahí, justo ahí, en ese momento fue mi momento de inspiración.
Vamos al
grano, mis amigos, quiero contarles algo que quizás no se lo esperaban y
elijo esta manera para que se enteren. Este tema me tiene la cabeza
ocupada constantemente en él. No sé cómo explicarles esta sensación de
querer gritarle al mundo lo emocionada que estoy. Un bebé, así es
chicos, un bebé que nos cambió la vida a mí y a mi familia. Cinco meses
más y voy a poder tenerlo en mis brazos, aunque mataría por tenerlo ya.
No quiero volverme cursi, prefiero guardarme esas cosas para esa
criatura que no es más ni menos que una bendición. Les pido disculpas si
esto les aburre pero si ustedes pudieran estar en mis zapatos,
entenderían esta felicidad inmensa que tengo. Perdón, también, si es que
este tema les parece muy íntimo pero ustedes son mis amigos y
necesitaba que lo supieran. Ser tía es una de las mejores cosas que me
pueden pasar.