Indefensión
¿Cómo se sentiría una madre si su hijo volviera del colegio magullado por algún compañero? Peor le caería que lo lastimara un docente, preceptor, secretario o directivo, adultos responsables de velar por su integridad; a la tristeza por la violencia contra el niño se sumaría el desasosiego al percibir que quienes deberían protegerlo también lo atacan.
A escala mucho mayor, la situación acaece allí donde se instala el terrorismo de Estado, que se contrapone a lo que con candor enseñan los manuales de Formación Ética y Ciudadana.
Este lunes 5 de marzo, la cadena estadounidense de noticias CNN cita a un oficial de la Organización de Naciones Unidas, Lynn Pascoe, y afirma que cien civiles son asesinados a diario en Siria. La mayoría, según testimonios de diferentes grupos, cae víctima de ataques brutales del gobierno presidido por Bashar Al Assad.
¿A quién recurrir cuando el Estado, que cuenta con el máximo poder de fuego, dispara contra inocentes? Las fuerzas de paz de la ONU asoman como una opción. Sin embargo...
Sin ánimo de estereotipar ni de clausurar la esperanza, cabe señalar que en 1999, cuando la Guerra de los Balcanes, hubo agentes de la ONU involucrados en la trata de las mujeres que a duras penas habían sobrevivido. En otras palabras, aquellos que se suponía habrían de ayudar pronto mostraban su verdadero rostro, el de explotadores sexuales.
Semejante drama fue expuesto por la película La Verdad Oculta. El trago es aun más amargo si se descubre que a la agente que indagó entre tanta sordidez la instaron a que mirase para otro lado, no fuera cosa de mancillar la reputación de Naciones Unidas. La pena se agranda cuando se advierte que nadie fue preso por este engaño vil, por aniquilar derechos humanos desde un uniforme que los incautos asocian a obras buenas.