Decir lo que corresponde
La
Revolución Cultural en China, la denominada Gran Revolución cultural
proletaria, tuvo lugar de 1966 a 1976. En esos años, dice Mei Zhong en un
estudio del libro Comunicación Intercultural, una persona en China tendía a
equiparar a Mao-Tse-Tung con Dios. Al proclamar la verdad solían afirmar: “Te
lo juro por el jefe Mao” en vez de “Te lo juro por Dios”.
Los
libros de texto en inglés durante la educación secundaria tenían un foco revolucionario.
Las lecciones no eran del tipo de “Ben y su familia”, “Kim y su primera compra
en la farmacia”, “Jane y Ming Li van al cine”. El índice incluía estas
unidades: “Larga vida al jefe Mao”, “El alfabeto inglés”, “El sol rojo”, “Obreros
y campesinos trabajan para la revolución”, “La mejor arma es el pensamiento de
Mao-Tse-Tung” y “Nuestro partido”.
Mei
Zhong, investigadora de las ciencias sociales, agrega que el partido era
llamado “El grande, glorioso, siempre correcto Partido Comunista Chino”. Señala
que estos términos eran esparcidos por múltiples ámbitos.
Cualquier
semejanza con textos que enseñan a leer alabanzas al presidente de la Nación o
con zapatillas que llevan la firma del gobernador corre por cuenta de quien se
anime a establecerla.
En otras
páginas del libro Comunicación Intercultural (compilación de Richard Samovar y
Larry Porter), es Mary Fong la que pone el foco en China, cuyos ciudadanos
tienen la tendencia a negar elogios a fin de lucir modestos.
El libro
no cuenta que el 95 por ciento de los futbolistas actúa del mismo modo. Al
igual que los chinos del estudio de Fong, niegan méritos aun cuando sus jugadas
son maravillosas. Entre el perfil bajo, la conciencia de que se trata de un
juego colectivo, la falsa modestia y la envidia le dan forma al “por suerte se
dio, gracias al esfuerzo de todo el equipo” en el que casi nadie cree.