1/3/12

Decir lo que corresponde
La Revolución Cultural en China, la denominada Gran Revolución cultural proletaria, tuvo lugar de 1966 a 1976. En esos años, dice Mei Zhong en un estudio del libro Comunicación Intercultural, una persona en China tendía a equiparar a Mao-Tse-Tung con Dios. Al proclamar la verdad solían afirmar: “Te lo juro por el jefe Mao” en vez de “Te lo juro por Dios”.
Los libros de texto en inglés durante la educación secundaria tenían un foco revolucionario. Las lecciones no eran del tipo de “Ben y su familia”, “Kim y su primera compra en la farmacia”, “Jane y Ming Li van al cine”. El índice incluía estas unidades: “Larga vida al jefe Mao”, “El alfabeto inglés”, “El sol rojo”, “Obreros y campesinos trabajan para la revolución”, “La mejor arma es el pensamiento de Mao-Tse-Tung” y “Nuestro partido”.
Mei Zhong, investigadora de las ciencias sociales, agrega que el partido era llamado “El grande, glorioso, siempre correcto Partido Comunista Chino”. Señala que estos términos eran esparcidos por múltiples ámbitos.
Cualquier semejanza con textos que enseñan a leer alabanzas al presidente de la Nación o con zapatillas que llevan la firma del gobernador corre por cuenta de quien se anime a establecerla.
En otras páginas del libro Comunicación Intercultural (compilación de Richard Samovar y Larry Porter), es Mary Fong la que pone el foco en China, cuyos ciudadanos tienen la tendencia a negar elogios a fin de lucir modestos.
El libro no cuenta que el 95 por ciento de los futbolistas actúa del mismo modo. Al igual que los chinos del estudio de Fong, niegan méritos aun cuando sus jugadas son maravillosas. Entre el perfil bajo, la conciencia de que se trata de un juego colectivo, la falsa modestia y la envidia le dan forma al “por suerte se dio, gracias al esfuerzo de todo el equipo” en el que casi nadie cree.