No me gusta Buenos Aires
Martín Búfali vuelve a ofrecer uno de sus textos que conjugan observación, perspicacia y sutileza.
Buenos Aires tiene esa cuenta matemática
que les dice cuánto tardarán de un lugar a otro. La cercanía física en un tren,
el cóctel de aromas que se comparte durante el viaje. Un cóctel a jornada de
trabajo, esfuerzo, a cuerpo deseoso de un buen baño. Buenos Aires tiene esos atletas intentando llegar
a horario a sus trabajos. Tiene esa garra tempranera en la que el sol decide
que el día no será en vano. Cada quien
intentando ganarse la vida, todo es una venta en la ciudad, lo que no: un
fraude. Colmado de oportunismo, picardía, viveza, armas que apuntan directo al
turista o hacia el que viene del interior.
Tiene Buenos Aires inquilinos
de las calles, plazas y veredas, que de a poco despiertan con el bullicio de un
nuevo día. Buenos Aires tiene coches de lujo aguardando turistas que salen con
paraguas de un hotel cinco estrellas.
Buenos Aires tiene los titulares
más escalofriantes en los noticieros pero al caminar por la calle hay otros
miles, bellos, que no son publicados en un diario o en la televisión.
Tendrá cuántas cosas feas más
este Buenos Aires, por eso es que dan ganas de quedarse, a seguir disfrutando
de buena gente, de deliciosos aromas, o de un pancho al costado del tren.