3/5/13

Pare, profe
Después de comer en cinco minutos los siete caramelos de dulce de leche que le dieron en lugar de un billete de 2 pesos, Julieta se mordisqueó la uña del anular derecho. Su mirada se cruzó con la de Adrián Ramírez, que contaba las tablas de la persiana más cercana al escritorio.
La profesora estaba completando unas "estúpidas planillas", como le gustaba decir en voz alta. Antes de las 3 y 10 los alumnos tenían que entregar un texto sobre el cansancio.
"Me dejaría picar todos los días por los mosquitos con tal de que no me quitaran el sueño de noche. Si su trabajo es picar, podrían hacerlo en horario de comercio. 
Pagaría a la Protectora de Animales para que mandaran a un miembro a las casas donde quedan perros solos.
O me ahorraría las picaduras y la plata poniendo un partido de fútbol italiano cuando el cansancio no alcanzara para inducir el sueño".
Sobre esta hoja de Julieta se apilaron cuatro más. El último en presentar sus frases fue Adrián:
"El cansancio por rutina no se quita con horas de sueño, que sin embargo son un lindo paliativo. El cansancio por angustia, menos todavía. El cansancio por dicha o esperanza es un regalo".