17/9/14

Educación: semillas para un lindo jardín
Al frente de la clase” es una de las mejores películas relativas a eso que llaman la diversidad. Basada en un caso real, cuenta las amarguras por las atraviesa un niño con síndrome de Tourette, por el cual emite involuntariamente sonidos que llevan a numerosos docentes a castigarlo por lo que juzgan disrupciones a propósito.
Como su padre también siente que los ruidos vocales son una falta, cada tanto lo zamarrea o lo regaña en voz alta. La madre hace lo que puede en una cultura patriarcal.
La conclusión es que Brad Cohen se socializa en medio de la incomprensión, las burlas y otras sanciones por hechos de los que él no es responsable.
Septiembre es un buen contexto para tratar de encontrarse en el espejo del director que empieza a ayudarlo. Es un hombre que mira y escucha más allá de lo aparente, que procura imaginar los padecimientos de esa criatura y por ende se pone en su lugar.
La calidad de vida empieza a mejorar, ejemplo de lo cual es que Brad aprueba, poco a poco deja de ser el chivo expiatorio de las clases mal preparadas por los profesores y hasta conoce una chica con quien se pone de novio.
El camino a la felicidad se torna nuevamente sinuoso cuando busca trabajo como docente. En las entrevistas sus frases se entrecortan por los tics sonoros que lo invaden a causa del síndrome de Tourette y en varios colegios escucha el consabido “cualquier cosa, te llamamos”.
Felizmente, en una escuela confían en su capacidad y, puesta en blanco sobre negro su afección desde el primer día de clases, desarrolla su inmenso potencial y gana premios por su labor.
Paciencia, empatía, confianza, afecto, respeto son sustantivos que florecen entre la maleza de rótulos negativos e indiferencia.
Para una sociedad que desde unos cuantos programas de TV enseña que conducir un programa de televisión requiere un cuerpo símil gaseosa de medio litro más que buenas ideas, la película es fundamental.
En un sistema educativo que ha dejado atrás las orejas de burro, pero no por eso es perfecto, tiene sentido “Al frente de la clase” en pos de la introspección. Hacer distinciones es parte de nuestra naturaleza, de ahí que tengamos paredes interiores en las viviendas. Diferenciar es necesario para sobrevivir, y si no que lo diga quién quiera comer hongos sin morir. Discriminar es otro asunto y vale la pena reconocer las veces que lo hemos hecho a fin de no repetirlo.
El círculo del arte se cierra con otra sugerencia: “El gigante egoísta”, bello cuento de Oscar Wilde, narra el cambio en la calidad de vida de un hombre cuando, por obra de un amor maravilloso, deja de contemplar a los niños como creaturas molestas y las empieza a valorar como personas a quien amar.