Juzgar por las apariencias
Lo que sigue es la propuesta de Fernando Arrieta, estudiante del PEAM, para un minuto de radio. Tema: engañosas apariencias.
Querido radio escucha:
Quiero compartir contigo algo que me sucedió hace ya
mucho tiempo: era un domingo por la mañana,
fui a ¡mi! parroquia a compartir la misa con mis hermanos parroquianos. Muy alegre esperando sentarme
en ¡mí! banco y escuchar a ¡mi! sacerdote…
No bien entrar al templo, primera gran contrariedad:
¡mi! banco estaba ocupado y, para disgusto mío, creí ver en los rostros de
quienes allí estaban una mirada hostil, como quien te dice “¡vete de aquí!”. Pero
si ¡eran los mismos que ayer me habían alabado por mi supuesta piedad!
En esos pensamientos estaba yo cuando apareció el
sacerdote para la misa. No era ¡mi cura! Me sentí juzgado, parecía que las
miradas de mis hermanos me decían: ¿qué creías? ¨¿Que era todo tuyo? ¡iluso! Tuve
la certeza de que muchas de esas miradas tenían algo de verdad. Sentí que mi
castillo de naipes se derrumbaba. Ofuscado y con rabia contenida salí del
templo y casi que corrí hasta mi casa. Nada dije a mi esposa de lo sucedido,
aunque me di cuenta que ella sabía lo que había pasado, mas no dijo nada.
Durante el resto del día recordé un consejo de mi
querido padre:
No te desanimes cuando te juzguen por lo que haces o
dices. Siempre es bueno que no mires la canilla ni el caño, sino lo que viene
por dentro.
Cuando mi espíritu se hubo serenado, caí en cuenta de
lo equivocado que estaba, y me sentí
aliviado.
Esa tarde concurrí al templo. No me senté en mi banco
y tampoco estaba mi cura, sí algunas de las personas que había visto esa
mañana. No me importó, y viví la
misa con gozo.
Al final del día al irme a dormir, lo hice con una
serena alegría.
La moraleja: cuando juzgues o te juzguen, alejate de la situación como quien mira desde
una montaña. Te será más fácil ver el camino, y seguramente, verás la verdad y
las apariencias. Estas ultimas, muchas
veces o casi todas, engañan.