10/9/14

Juzgar por las apariencias

Lo que sigue es la propuesta de Fernando Arrieta, estudiante del PEAM, para un minuto de radio. Tema: engañosas apariencias. 
 
Querido radio escucha:
Quiero compartir contigo algo que me sucedió hace ya mucho tiempo: era un  domingo por la mañana, fui a ¡mi! parroquia a compartir la misa con mis hermanos  parroquianos. Muy alegre esperando sentarme en ¡mí! banco y escuchar a ¡mi! sacerdote…
No bien entrar al templo, primera gran contrariedad: ¡mi! banco estaba ocupado y, para disgusto mío, creí ver en los rostros de quienes allí estaban una mirada hostil, como quien te dice “¡vete de aquí!”. Pero si ¡eran los mismos que ayer me habían alabado por mi supuesta piedad!
En esos pensamientos estaba yo cuando apareció el sacerdote para la misa. No era ¡mi cura! Me sentí juzgado, parecía que las miradas de mis hermanos me decían: ¿qué creías? ¨¿Que era todo tuyo? ¡iluso! Tuve la certeza de que muchas de esas miradas tenían algo de verdad. Sentí que mi castillo de naipes se derrumbaba. Ofuscado y con rabia contenida salí del templo y casi que corrí hasta mi casa. Nada dije a mi esposa de lo sucedido, aunque me di cuenta que ella sabía lo que había pasado, mas no dijo nada.
Durante el resto del día recordé un consejo de mi querido padre:
No te desanimes cuando te juzguen por lo que haces o dices. Siempre es bueno que no mires la canilla ni el caño, sino lo que viene por dentro.
Cuando mi espíritu se hubo serenado, caí en cuenta de lo equivocado que estaba, y  me sentí aliviado.

Esa tarde concurrí al templo. No me senté en mi banco y tampoco estaba mi cura, sí algunas de las personas que había visto esa mañana. No me importó, y  viví la misa  con gozo.
Al final del día al irme a dormir, lo hice con una serena alegría.
La moraleja: cuando juzgues o te juzguen,  alejate de la situación como quien mira desde una montaña. Te será más fácil ver el camino, y seguramente, verás la verdad y las apariencias. Estas ultimas,  muchas veces o casi todas, engañan.