19/9/14

Una mano debajo de mi cama
Por Martín Búfali
Buscaba las zapatillas blancas debajo de la cama cuando encontré la mano. A su alrededor una mancha adherida al suelo de lo que supuse era sangre seca. La sostuve y aprecié por un momento hasta notar que mi estómago se revolvía y la hamburguesa intentaba escalar hacia el pecho. Me impresionó ver las terminaciones nerviosas, las venas, el relieve del corte.
Intenté deducir de donde provenía, quién pudiese haber sido, sin embargo no encontré respuestas. Últimamente la medicación me tenía bastante descoordinado, ausente, encerrado en mí mismo y dentro de esas cuatro paredes de las cuales no había asomado durante ... ¿Cuánto?, ¿Dos días?, ya ni sabía, había perdido toda noción del tiempo.
Me tomé el trabajo de leer el prospecto a fin de entender si podían ser los efectos secundarios, quizá estaba teniendo alucinaciones.
Para salir de la encrucijada abrí la puerta de mi habitación, agarré con la mía la mano -que ya estaba algo hinchada, y de ella desprendía un hedor particular. Allí se me plasmó en mi mente el recuerdo de mis abuelos, ambos compartiendo su lecho en ese panteón. Eso era. El olor. Eso me recordó al panteón de mis abuelos.
Así entonces decidí bajar las escaleras y mostrarle la mano a mi padre, así podía dilucidar si se trataba o no de una alucinación.
A medida que la suela de mis zapatillas hacían crujir cada escalón, el aroma parecía adueñarse de la casa, se tornaba cada vez más intenso.
Y allí estaba el, totalmente desangrado, moscas a su alrededor, desparramado por el suelo. Y allí entendí de quién era la mano. Y fue cuando me trasladaron a este internado, que comenzaron con el intento de hacerme recordar, quién podría ser el culpable, y si lo era yo, entender por qué lo había hecho.