"Mi computadora es tan lenta todos los días que empiezo a
odiar aquello de “vístanme despacio que estoy apurado”. Ya sé que es una
paradoja y que tiene que ver con la necesidad de dar pasos seguros para llegar
rápido, pero cuando la máquina se tilda te juro que no le veo la ventaja. Porque una cosa es vestirse tranqui, que así los botones vayan en el ojal de la misma altura, el cierre del pantalón
esté alto, los extremos del cuello de la camisa queden los dos dentro o fuera
del pulóver, y otra es que para tipear tres líneas haya que estar 11 minutos. ¡Once minutos reloj! ¿Cuál es el lado positivo de esto?".
El monólogo de Adrián Ramírez había ido subiendo de tono,
por lo cual su tío evitó decirle en ese momento que con computadoras así tenía
una oportunidad magnífica de aprender rápido a ser paciente.
Semanas más tarde, tío Juan Bautista le imprimió un artículo
de la BBC que
evocaba la prisión para homosexuales que había mandado construir Benito
Mussolini en Italia. En la mitad inferior de la tercera página, escribió de
puño y letra:
“Estimado Adrián,
Como habrás visto, la nota expone la paradoja de personas
que encontraron libertad en prisión. En ese ghetto que Mussolini armó bien
lejos de la Italia
que le quería mostrar al resto del mundo, los homosexuales pudieron ser ellos
mismos sin temer que un vecino los denunciara. Lo que un tirano consideraba
castigo les resultó un beneficio, nada menos que la chance de vivir su
identidad sin miedo, de no tener que fingir para sobrevivir.
Tu insufrible computadora, a la que tenés que enfrentar
varias horas al día, te hace ganar en paciencia lo que perdés en tiempo. Y a lo
largo de tu vida, te lo aseguro, tendrás que armarte de mucha paciencia con
alguna gente que, lo vas a descubrir, es peor que tu máquina.
Bautista.
PD: El sábado te paso a buscar a las 2”.