El técnico Carlos Bianchi sigue creyendo que el fútbol se detuvo cuando él comenzó su siesta. Podrá haber visto muchos partidos desde entonces, pero -esta vez Maradona acertó- perdió timing y ya no les llega a los jugadores. Ojalá se den cuenta los plateístas y abonados a populares que lo apoyan sin restricciones que una cosa es amor a Boca y otra, obsecuencia a Bianchi; el presunto salvavidas al que se aferran hunde al equipo cada día más.
Ayer, San Martín de Tucumán, Nueva Chicago y Temperley pasaron a la historia
por triunfos a costa auriazul. Hoy, los que descienden (ver Unión y San Martín
de San Juan) y los que lo harán, como Olimpo, siguen recibiendo la bendición
del dios pagano de los hinchas que confuden devoción al líder con fidelidad al
club. Quizás sean los mismos que se ríen de quienes le creen ciegamente a un
manosanta.