Amor, te invito a leer
Por Elena Faricelli y Viviana Méndez, alumnas del Programa Educativo de Adultos Mayores
Platón en su obra “El banquete”, describe tres
tipos de amor: el de la pasión (Eros), el de la amistad (Philia) y el del
cuidado incondicional (Agapé).
Eros,
el dios de la pasión, es más que la atracción y la tensión sexual. Eros remite
a la energía más vital más profunda, que pone en acción y en el mundo nuestras
potencialidades, nuestros sentimientos, nuestra intencionalidad existencial. Es
el amor que hace a los amantes transformadores de su vida y del mundo.
Philia,
dios de la amistad, es la camaradería, la confraternidad, la mutua admiración,
el mutuo enriquecimiento, la mutua aceptación, es el amor que contribuye a la
afirmación del propio ser, a la celebración de la existencia del otro, y, a
través de él, nos hace sentir parte de un todo, de la especie.
Agapé,
dios del cuidado incondicional, es la generosidad en su estado esencial, la
disposición a darlo todo por el otro sin exigirle nada. Es
típicamente el amor de Dios por el hombre, según lo define el psicoterapeuta
Rollo May en “Amor y voluntad”.
Los
tres tipos de amor son interdependientes y complementarios entre sí. Ya que
Philia, dios de la amistad, necesita de Agapé, dios del cuidado incondicional,
para que no nos creamos dioses a causa de nuestro amor.
Pues
bien, Eros, dios de la pasión, no puede vivir sin Philia, dios de la amistad,
ya que la continua tensión y ebullición de la pasión serían intolerables.
La
Philia, la amistad en el amor, relaja, lleva a la aceptación del otro como es,
le da tiempo a Eros para desarrollarse sin depender únicamente de la ansiedad
de la pasión.
Pero
no necesariamente la amistad conduce al amor de Eros, pero sí el amor de dos
personas necesita de la amistad para echar raíces profundas.
Cuando
los que se aman son a su vez los mejores amigos de cada uno, entonces devienen
mejores amantes.
Cuando
amor y amistad se unen- dice Rollo May, psicoterapeuta-, alcanzan su
sentido más simple y directo. Por eso mejor celebrar este encuentro entre amor
y amistad.
Ausencia
Otra forma de amor es el universal, el amor al prójimo, al próximo, al otro. Para que exista no hace falta que una persona le diga "te quiero" a otra, sí que la respete.
Qué
mal suenan los insultos de algunos funcionarios que con lenguaje soez
remiten a alguien. ¿Merece un ciudadano esos improperios? Discordia e intolerancia están ahí, entre
personas que conviven en un mismo país, bajo una misma bandera.
Viene
a nuestra mente la bella poesía que recitábamos en el colegio: “Cada uno en el
rumor de su trabajo, hace la patria con lo que tiene a mano, el carpintero la
hace de madera,con virutas etc”. ¿Por qué cada uno de nosotros no lo piensa así?
Haciendo lo suyo pero pensando en el otro, en el bienestar general, o al menos
sin perjudicar a los demás. Actualmente son muchos –¿somos muchos?- los que hacen
lo suyo… sin medir las consecuencias o daños que pueda causar a mi próximo, a
mi entorno, a mi país, al país que dejo a mi descendencia.
Un
taxista, remisero o algún otro caballero con un enorme vehículo cree sentirse
bien cuando gana una esquina al cruzar las calles de la ciudad. No hay derecha
que valga; arremete, insulta, toca bocina y… él ganó.
¿Qué es lo que ganó? Qué pulseada estaba
jugando? ¿Será
la de otro ciudadano que atónito contempla ese avasallamiento?
Así
el conductor “poderoso” siempre va por el medio de la calle ocupando todo el
espacio gris del cemento, claro, nadie más que él podrá avanzar, él, el único,
él solo, el dueño de esa
vía.
Peor el remedio
Otro
caso de falta de amor, la semana pasada: una jubilada llega a la farmacia con 70 pesos a comprar su medicación mensual y no
le alcanza, por eso pregunta:
-¿Cómo
puede ser: el mes pasado pagué 70 y ahora 110 pesos?
La
empleada de la farmacia la mira como diciendo está loca, le comenta a su compañera: "Mirá qué raro, se
asombra de que
el medicamento aumentó.
Duela
esa falta de empatía, de comprensión de
que a alguien no le alcanza el dinero destinado a cuidar su
salud.
También
es doloroso que un funcionario declare “la gente está feliz porque le sobran mangos para
gastar” Al decirlo, ¿asumirá que hay gastos ineludibles gastos
ineludibles, enfermedades,
impedimentos propios de la edad? ¿Qué
nos está pasando como sociedad civilizada? ¿Hemos perdido
todo gesto de Humanidad? ¿O es que no nos conmueve
nada?
Es este individualismo del sálvese quien pueda, otro de cuyos ejemplos fueron las cientos de personas
que en el Gran Buenos Aires, aunque la lluvia que impone evacuación, tienen que quedarse a cuidar sus cosas porque
su prójimo, su vecino
está al acecho pese a la situación límite, sin códigos, sin piedad.
Creemos
que todo sería diferente si empezáramos a ser más amables
uno con el otro, una sonrisa, una palabra amable, un ponerse
en el lugar de… Todo avanzaría hacia una vida de convivencia más saludable.
Placebo
Si
falta lo principal, que es el amor, jamás serán suficientemente buenas las leyes del divorcio
exprés. Una sociedad
no deja de cometer crímenes porque se aplique la pena
de muerte, sino cuando empieza a prevalecer el amor.
Norberto
Levy, médico y psicoterapeuta que abrió el campo de la autoasistencia psicológica, reflexiona
en Aprendices del amor: “Una de las leyes que el amor conoce
es que la parte
puede estar bien en la medida en que el conjunto al que esa parte pertenece también lo esté. Un
miembro de la pareja
puede estar bien en la medida en que la estructura de la pareja lo esté”. Para cada pareja esta
tarea es única y propia, por lo tanto cada relación de amor es
singular.
El
amor -dice Sergio Sinay- no es algo que se halla, como quien tropieza inesperadamente con una piedra
preciosa. El amor
es una construcción, el fruto de una secuencia de actitudes
mutuas y recíprocas entre dos personas. Actitudes
que incluyen miradas nuevas sobre el compañero o compañera de siempre, capacidad de escucha
receptiva y hospitalaria
hacia él o hacia ella, palabras que incluyen
pedidos claros respecto de las propias
necesidades y ofrecimientos comprensivos en cuanto a las del
otro.
El
amor no se resume en formalismos –construir una familia, mantenerla materialmente abastecida, cumplir
con expectativas
sociales y familiares ni en formulismos (aplicar recetas de experiencias ajenas y esperar
resultados automáticos).
El
amor crece a través de obstáculos y conflictos inherentes a la
vida, se templa en la confrontación con los problemas y hace
de esas instancias un punto de reconocimiento entre quienes se aman. Les permite volver a
conocerse bajo una luz inédita.
No
aparece de pronto y consumado.
Se
cuece a fuego lento, necesita espacio, paciencia, aceptación.
Distinto
es el enamoramiento, esa explosión emocional hecha de idealización, ilusión y desconocimiento.
Crecimiento, no decrepitud
Toda
relación tiene un desgaste natural, porque es un organismo
vivo. Pero si nos quedáramos con eso,la relación estaría condenada desde su mismo inicio. Un vínculo en
el que hay actitudes amorosas tiene también una
renovación natural.
Tendemos
a quedarnos, bebiendo alguna telenovela, literatura, cine, con la idea del desgaste y
no con la renovación.
Creemos
que el gran amor nos espera afuera del vínculo y no en
la cotidianeidad. Hasta que el gran amor se hace, a su vez cotidiano, real y se desgasta.
Sin
duda hay deterioros irreversibles en muchas relaciones. Pero
no se resuelven con el parche de un nuevo amor.
Una
construcción amorosa no se da instantáneamente, y menos aún sobre los restos humeantes del
vínculo anterior. Se
foguea en el conocimiento, en la aceptación de diferencias aún desconocidas, en la forja de proyectos
comunes que no anulen espacios individuales.
A
ninguna edad el amor nace de un repollo. Requiere espera y compromiso, huye de la ansiedad y de la
magia. Hay distintas
experiencias del amor, pero ninguna prescinde del tiempo,
de las actitudes, del conocimiento mutuo entre quienes se aman.
El
perfil del verdadero amor es bajo y tiene raíces profundas, está en el fondo quieto del río, no en su
veloz y turbulenta superficie.